miércoles, 25 de febrero de 2009

Quedó atrás...

Es posible que Adriana piense que Benjamín aún babea por ella, que sin esforzarse un poquito siquiera puede superar a un perro hambriento en el arte de babear. Es posible también que ella no piense tan fríamente, y aún lo ame, o en su defecto, lo recuerde con cariño. Lo que ya no es posible es que ellos vean juntos llegar la muerte, como lo planearon (¿o sólo lo planeó Benja?) cuando presumían que la vida sería cómplice del amor que profesaban.
Siempre me pregunté cómo es que Benja terminó zambullido en miedos, pese a estar enamorado, irremediablemente templado para ser preciso. El nunca me respondió. Y yo tampoco fui tan directo al lanzarle la pregunta que podía resolver mis dudas sobre por qué en lugar de pasarla de la putamare con nosotros, sus amigos, prefería estar leyendo poemas por internet, o buscando videos de canciones románticas que hicieran más tormentosa su de por si jodida existencia.
Llegué a conocer a Adriana, o bueno, eso creo. Me caía bien. Era una chica guapa, de buen trato, amigable. Tanto así, que al igual que el loco de Benja, supuse que este calzonudo compartiría sus arrugas con ella. Adriana, por su parte, mantenía ciertas reservas, aunque casi siempre asentaba cuando el babosón de mi amigo le consultaba si entre sus planes a futuro él estaba incluido.
Recuerdo que Benja era de los tipos que acostumbraba no enamorarse. Al menos eso solía hacer durante el colegio y la universidad. En todas las relaciones previas a Adriana, el tío sembraba nada para cosechar nada. Mantenía su corazón latiendo, pero inmune al amor. Sin embargo -siempre hay un pero- el chochera se templó, al punto que mandó al carajo la informalidad amorosa, luego de colgar innumerables llamadas telefónicas de chicas que ofrecían un espacio en su cama para no sólo dormir durante las noches frías y calientes.
Entiendo que la belleza poco discutible de quien sería luego su enamorada le hizo perder el juicio a Benja. Pero es jodido comprender que a tu amigo le dibujaron un rostro triste. Bueno, el tío se lo dejó dibujar al terminar la relación con Adriana (nunca la llamaría Adri). Me jode porque Benja hizo de la tristeza, su compañera, y de la soledad, su almohada.
Arjona -el tío guatemalteco que dejó la pelota de básquet por componer canciones y cantarlas- dice en una de sus baladas que “no se acaba el amor sólo con decir adiós, hay que tener presente que el estar ausente no anula el recuerdo, ni compra el olvido, ni nos borra del mapa”. Y tiene razón. Y tal vez Benja oyó en repetidas ocasiones lo que Arjona compuso en una noche inconsolable, donde la melancolía le susurraba algunas de las líneas a escribir; para negarse a olvidar a Adriana.
Es cierto, Benja llegó a pedirle a Adriana que no lo borrara de su vida, que no lo apartara de su corazón. Insistió tanto que no recuerdo las veces que me contó que fue en busca de una reconciliación, y a cambio, recibió un portazo en la cara. No conté, pero sé que son varias las ocasiones en que Benja lloriqueó como niño que tropieza al ir en busca de un balón y golpea sus rodillas.
Benja llegó a devorar baladas por internet. Oía Radio Ritmo o A. Dejó el rock de Studio 92 o Z para ir al mundo romanticón. Recuerdo una canción de Reik en la que los mexicanos decían: “Me duele tanto sospechar que ni tu sombra volverá para brillar mi alma en pedazos”. Y recuerdo también a Benja -después de oír esa balada- dejar escapar un diluvio de lágrimas en el desierto de su corazón.
Hoy me animé a escribir este post, penetrando en la intimidad de Benja (espero no te joda tío), porque me alegró algo que me dijo la última vez que nos encontramos en la pichanga del domingo. Me alegró tanto que le invité un par de chelas para celebrar su triunfo (triunfo en la vida, porque en la pichanga le ganamos a su equipo por una diferencia de tres goles).
Los últimos contactos -por chat o teléfono- entre Adriana y Benjamín, aunque no dejan de ser cordiales en memoria de aquello que los unió en el pasado, ya no son el inicio de una noche borrascosa. Hasta hacía poco menos de un mes, me cuenta Benja, bastaba que chateara con Adriana o que la llamara por teléfono para que ella lo pateara con sus negativas, motivando claro que él se sintiera de pedo. Pero ahora, también me dice Benja (pre chelas), comprendió que es absurdo llorar por alguien que no te ama, y si lo hace, no lo demuestra con evidencias irrefutables, y prefiere guardar silencio, darte la espalda.
Las chelas murieron en media hora, menos tiempo del que le tomó a Benja matar aquel sentimiento que no lo dejaba dormir. Dice que ahora puede chatear o telefonear a Adriana, y eso no le jode. Que puede continuar con su vida sin alterar el orden de la razón, con una estabilidad emocional envidiable.
También escribí este post porque ciertamente sospecho que Adriana (como lo escribí en el primer párrafo) presume que Benja babea ella. Y como el loco me confirmó que no es así, y como él difícilmente se lo diga tan claramente como me lo contó, cometo la infidencia de decírselo mediante este post, que espero algún día lo lea. En la vida habrán otros calzonudos como Benja y una que otra chica como Adriana que -abrazada a la vanidad- creerá que los ex aún comen de su mano. Los hombres también lloran, pero no siempre son pelotudos…

1 comentario:

Claudia dijo...

estoy esperando el siguiente post...