miércoles, 26 de agosto de 2009

Todo lo que digas o hagas será usado en tu contra…

Cuando la Policía captura a un delincuente, le advierte, mientras le coloca las marrocas, que cualquier palabrita o palabrota, frasecita o frasezota, que diga, podría ser usada en su contra cuando sea juzgado. El combo Nº 1 de advertencias policiales incluye además la imposibilidad de hacer algún amago de fuga, pues cualquier acción que simule una falta será considerada también para mandarlo a prisión. Con un discurso tácito, le piden que -por su bien- compre silencio, que se inmovilice, que no joda.
Es cierto que a veces es mejor callar y no decir o hacer nada. También es verdad que existen terrenos en los que es mejor no minarlo para poder caminar con libertad. Los psicólogos, y a veces los amigos, nos aconsejan dejar el complejo suicida del talibán, y no inmolarse por ideas románticas.
Quizá porque no soy un puto cangrejo, y no retrocedo en nada de lo que hago, es que en los últimos días una de mis mansas acciones ha sido la excusa perfecta para darme con palo. Definitivamente pude no hacerlo, pero me animé a lanzarme y ser pillado en el intento.
Desde que descubrí a Gianmarco Zignago en los noventa, gusto de su arte, de la forma en que retrata los amores y desamores, en letras de canciones que luego nos regala. Me vacila que no abandone su sencillez y que siga siendo el tío de barrio que no abraza la vanidad. Lo he oído en las radios, lo he visto por la tele, he comprado cassettes y discos suyos, he cantado “Canción de amor”, “Dos Historias”, “Te Mentiría”, “Gota de Lluvia”, “Después de mí”, en fogatas de amigos, y en los últimos tres años, además de comprar “La Madera del Alma” (su primer libro) he ido religiosamente a los conciertos que ofreció en Chiclayo, la ciudad donde vivo. Si tengo que bajar canciones del youtube, él encabeza la lista de mis preferencias musicales.
En la última semana, Gianmarco llegó nuevamente a Chiclayo para ofrecer cinco conciertos. Desde que hicieron la promoción en los medios, sabía que tenía que estar en el teatro Dos de Mayo, donde daría el show. No dudaba en que estaría en una de las butacas del teatro, gritando sus canciones, y emocionándome con las letras hipnotizadoras de las baladas.
Empecé a hacer méritos para ganarme la condena de amigos y compañeros de trabajo, cuando me incorporé al grupo de chicas que compartían conmigo el gusto por Gianmarco. En honor a la verdad, debo aclarar que hace tres años me registré -sin nadie que me apunte un arma a la cabeza- en el portal de fan de Gasparín, y que recibo información suya en mi correo electrónico.
Aprovechando que la enamorada de un buen -y oscuro- amigo es la presidenta del club de fans en Chiclayo, opté por matricularme en este grupo de muchachonas, que decidieron venerar al pelao en su travesía por la Ciudad de la Amistad. Madrugué a las 4:00 de la mañana, para ir al aeropuerto, ya que una hora después, Gianmarco aterrizaba en Chiclayo. El primer contacto con el pelao fue captado por cámaras fotográficas y de video. Esas imágenes fueron compartidas luego con quienes se convertirían en mis implacables verdugos.
Con la sola intención de joder, me etiquetaron de gay (lo cual, para mí, no es ofensivo, porque respeto a los gay). Los críticos no concebían que un hombre sacrifique horas de sueño por ir a recibir a otro hombre, no admitían que haya comprado un polo del club de fans. A las chicas, les perdonaban la ofrenda a Gianmarco, pero a mí, por no ser ella y sí él, me mandaron a la horca, censurándome.
Pero ahí no terminó todo. Para el primer concierto donde iríamos los fans, hicimos una previa, como un calentamiento a la pichanga que nos mandaríamos luego en el teatro. Alistamos vivas a “Gianni” y ensayamos canciones suyas. Ya fuera del teatro, cantamos y avivamos los ánimos del público que formaba la cola para ingresar al show. Ese momento, en el que además portaba el cartel más grande con frases cariñosas a nuestro artista, fue documentado en fotografías, captadas por un puñalero amigo (te quiero negro), quien se tomó la licencia de enviarlas a los correos de quienes ahora me joden.
No me arrepiento de ser fan de Gianmarco, y de haber hecho todas esas medias locuras en los últimos días, pues son una cadena de locuras mayúsculas que voluntariamente hice motivadas por él. Acepto con aplomo las jodas que me hacen ver como un “chico rosa”. Lo que no admito es que limiten la joda sólo a mí, que no la hagan extensiva con quienes han colaborado para que me carguen con bromas pesadas.
Chicho, el enamorado de la presidenta del club de fans, se ha colado con astucia en los conciertos, y ha lucido el mismo polo de fanático que yo, ha saltado y gritado con mayor intensidad a este blogger, y ha sujetado los mismos carteles “fresitas” dirigidos para Gianni, y que incluso ayudó a elaborar. La diferencia es que él se encargó de no repartir las fotos que lo delatan. Así que, no jodas negro.
Caliche es otro buen chico. Estar tras los huesitos de una también fan, hizo que este tío -que se dedicó a bombardearme con fotos- fuese al aeropuerto a pegarla de fotógrafo y colarse a los conciertos del pelao. Él también está con roche.
Vamos, que no quiero limpiar mi imagen, porque no está manchada. Gustar de un artista no es un delito que tenga que pagar. Pero eso sí, equilibremos la balanza de la joda… igualdad papai…