miércoles, 26 de mayo de 2010

Metamorfosis... a todos nos pasa

Marifé se ha convertido en una fiel devota de san Puto. Cuando empezó, como una venganza a su ex enamorado, fracasó, pero ahora, la flaca, es una digna representante de la promiscuidad femenina. La otrora catequista, odia ir a misa los domingos, porque a diferencia de hace un par de años -en el presente, cuando va a una liturgia familiar- se duerme apenas aparece en escena el sacerdote, el mismo que la guiaba por la senda del bien, aquella a la que no le interesa volver.
Hoy en día, María Fernanda, como la bautizaron sus padres (que no se imaginan que su hija es "amiga de todos"), ya no vé potos de reojo, los vé de frente, y si le apetece, los toca, siendo muchas veces este el punto de partida para sus agarres de turno, esos que terminan en el sofá del desconocido, o en un hotel de veinte soles, y cuando la prisa le gana y la falda se cae, en el parque más cercano.

- "Es mejor así, sin templarse, para que no te joda luego que quieran cortarte", dice ella amaestrada por las decepciones con las que lidió desde que su primer enamorado le puso los cuernos con su hermana menor, pero de mayor proporción fisica a la suya, en todos sus extremos, sobre todo en el superior frontal.

La última vez que hable con ella, a la salida del cine, no reparó en decirme que ya no prefiere las relaciones serias, ni las cuasi serias, simplemente no quiere liarse con nadie que la joda, que le pinte pajaritos, pues lo único que buscan -agrega, filosofando- es hacer uso del suyo. Ella entiende que es mejor acomodarse al centro, en lo tibio, en el "ya pues" tumbado en la resignacion.

Marifé, sin duda, ha sufrido una letal metamorfosis, quizá la misma que Gregorio Samsa en la obra de Kafka. Y es que ella, antes de ser la chica fácil que es ahora, y después de la infidelidad del ex, había saltado de ser una chica exageradamente angelical e ingenua, a una, no satánica, pero sí de perfil político, como una congresista peruana, de las que hueveaba en el amor, de las que le importaba un pedo si el tío que la afanaba se iba de rumba sin ella, de las que no llama, sino espera que la llamen, y de las que rara vez dicen "te quiero".

Ella, eliminó en mí, toda duda sobre los cambios en el ser humano. Me dio una lección, como profesora de primaria que te explica los ejercicios de matemática con naranjitas y deditos. Pero Marifé no fue la única que remedó a Optimus Prime. Fito también lo hizo.

A Rodolfo, osea Fito, lo conozco desde que nuestras madres se encontraban en las fiestas de chibolos, y nos cambiaban los pañales en medio del tono, arruinando el deseo de los más grandecitos de comerse la mazamorra. Tal véz no juntos, pero sí en paralelo, Fito y yo, empezamos a gatear, y luego de algunos -no pocos- tropezones, llegamos a erectarnos y caminar. Tambaleábamos, cual porfiados (díganme que se acuerdan de los porfiados, a mí me caían de putamadre), hasta que logramos estabilizarnos, para aventurarnos luego a correr.

Es decir, Fito y yo, sabemos que es pasar por transciones juntos, o casi juntos, porque hemos vivido -de siempre- en el mismo barrio, y hemos cambiado nuestro rostros limpios, por unos con moretones salpicados, eso cuando habían broncas con los muchachos de la otra cuadra, y nos liábamos a golpes, porque no querían pagar la apuesta que ganábamos en la pichanga.

Pero bueno, para no hacerla más larga. Hace media hora, me enteré -después de preguntar por él a mi mamá- que el calzonudo este se había comido el cuento que era un buen samaritano, e ingresó al Seminario: ¡¡¡quiere ser sacerdote el recon...!!! ... Joder Fito, que para ser cura se necesita tener "super extra archi recargadas" fuerzas de voluntad, y tú, mi querido amigo, no las tienes. No es que dude que tengas un par de cojones bien puestos, sino que justo por esta última razón, y por las chicas con las que te haz liado (fácil, unas cincuenta, desde que perdiste la castidad) es que no concibo que quieras dejar las farras mundanas por infinitas horas de soledad y abstinencia.

- "Es que quiere servir al señor, Dios lo ha llamado", me responde mi madre, ante la carcajada estruendosa que solté, enterado de la osadía de Fito.

Diciendo esto, me expongo a que Fito -en algunos años- me calle la bocota de una trompada, y después de varias noches sin darle uso a su compañero adjunto, se reciba de sacerdote y oficie misas para -colmo de la ironía- en la parroquia del barrio, de la que se escapaba para camuflarse en la parte posterior de esta, y defender su título de pajero, en aquellas contiendas donde ganaba aquel que -cual jabalina- hiciera llegar más lejos el chorrito desesperado que salí de su interior, tras un masaje efusivo de ya saben que.

Renata, es otra buena amiga, oprimida por las transiciones. Ella, que siempre se consideró una linda mariposa multicolor, le apestaba la idea -aunque fuese sólo una idea- de que en esa alucinación suya, antes tuvo que ser un simple gusano. Gustaba, como toda chica vanidosa y coqueta, que los chicos la silbaran (guiguiuuuuu, o algo así) cuando lucía unas menudas minifaldas que dejaban escapar sus piernas carnudas color café.

A la morena, la vida me la presentó en la academia pre, cuando nos preparábamos para postular a la universidad. Sus padres no nadan en monedas de oro, como Mac Pato, pero sí tienen su "sencillito", lo que le permitía a Renata ufanarse de lo que el resto de mortales de 17 años, carecíamos, como plata -en cantidades envidiables- en los bolsillos. Recuerdo que cuando nos cruzamos por primera vez en las escaleras de la academia, ambos corríamos presurosos, porque podíamos llegar tarde a clase, y perderla. Fue así, el profe no nos dejó entrar, y ella, toda una Lady, le increpó por esa orden, enrostrándole que su sueldo es la suma de lo que nosotros pagábamos al dueño de la academia. En cristiano, lo que le quiso decir es que era nuestro subordinado, que se deje de huevadas y que nos permita ingresar a su maldita clase de Razonamiento Matemático. El profe pelotudo, cedió. Pero sólo la dejó ingresar a ella.

Renata, la misma que vivía en un departamento de lujo y cuyo padre solía comprarse un auto cada año (no es que coleccionara, sino vendía el anterior para comprarse el nuevo coche), ella merita, ahora vende hamburgesas en las afueras del colegio de mis sobrinos. Cuando la vi hace una semana, tuve mis dudas, no podía creer que la "chica pituquita", fuese la misma mujer con buzo y mandil que veía en ese instante. Y no es que me parezca denigrante que ahora venda hamburgesas, sino que era inevitable preguntarme qué sucedió, qué motivó que la arrancarán de su mundo para clavarla en otro desconocido.

- "Me enamoré, me casé, y ahora tengo tres hijos", me cuenta, sin mirarme a los ojos, mientras yo, no sé si celebrar que haya formado su propia familia, o darle el pésame porque no concluyó la carrera de Medicina Humana, por la que tanto sus padres anhelaban.

- ¿Y conozco a tu amor?, pregunté, incómodamente curioso

- "Claro, es Rogelio", contesta, y mi quijada se derrumba como las Torres Gemelas, The World Trade Center. Y es que Rogelio, en la academia, se ganó los aplausos del auditorio por ser el más persistente e irritante "afanador" de Renata, cada vez que ella lo largaba con una frase hiriente, de esas que te hacen papilla el corazón. Pero el hombre, que para efectos de no sonar anticuado, se hacía llamar Rogger, no flaqueaba. Ahora que veo a Renata, advierto que la peregrinación valió la pena, para el choche que no logró ingresar a la universidad, pero que se ganaba la vida vendiendo de todo un poco.

Supongo que la vida es así, como la de Marifé, Fito y Renata, y como la mía y la tuya, que ahora lees este post. Esta es una vida poblada de transiciones inesperadas, de metamorfosis no planeadas, de proyectos de futuro secuestrados y de deseos amordazados. Que el presente ya es pasado un segundo después que lo mencionas, ya nada es estático, y nunca un sentimiento será eterno...

PD:

He vuelto después de unos meses, pero tomemos este reencuentro como una segunda temporada de SIN TERNO Y CORBATA. Y para aquellos que recién nos visitan, bienvenidos, siéntanse a gusto...