miércoles, 23 de diciembre de 2009

Cerramos el círculo...

La semana pasada fui a visitar a Georgina (antes Jorge) y mientras me cortaba el cabello en la estética del barrio donde me crié de niño y oía (sin querer oírlo) los chismes calentitos de la semana, noté -aunque parezca absurdo decirlo- que el tiempo había corrido frente a mí y que no había reparado que me superó. Mis ojos posados en el espejo me sacudían para gritarme que ya no era aquel universitario disparatado, con ímpetu de ciclón y con miedos de bebé.
A los veintisiete años soy el padre de dos niños, y el amigo de Manu y Luna, soy aquel que decidió y por el que decidieron, soy quien más de una vez se sintió en el limbo, a un paso del infierno (con reducidas posibilidades de escapar e ir al paraíso), pero que resucitó. También soy el jilipollas que se cansó de esperar las líneas que nunca llegaron. Y en lo físico, para ayudar a los rajones, soy el gordo que triplicó su tonelaje y que extravió su cuello reemplazándolo por una papada espantosa, soy el tío que (vamo´ que lo diré porque el EGO me sopló) perdió su encanto.
Había planeado dejarme el cabello largo (señal inequívoca del tiempo transcurrido), pero Manu -con la sutileza que lo engalana y que adoro- me pidió -con seis años a cuestas- arreglar el desorden de las greñas. Y es que la situación lo ameritaba: era su fiesta de promoción del kinder, y papá no podía ir a la gala con terno y con pinta de mamarracho. “Sería bueno que te cortes el pelo para que te veas mejor”, aconsejó Manu, por lo que cedí rendido.
Luna, fascinada con la muñeca que le obsequiaron en la chocolatada de la empresa donde trabajo, jugaba a ser mamá, figura imaginaria que no me animo a dibujar todavía, incluso ahora que aprende a pedir “pichi” al haber superado un año y seis meses desde que se mudó del mundo de los angelitos a este mundo, tan hermoso como cruel.
Este fin de semana, posiblemente nos reunamos los chicos de la universidad, los amigos que coseché mientras hacíamos pendejadas entre aulas. La Navidad ha servido de pretexto para juntarnos. Pero la idea es también cruzar miradas con nuestros hijos, entre pañales, pantalones cortos y ecografías por mostrar.
Laura, es posible que no nos acompañe, pero fue ella, de los chicos del grupo, la primera en dar el salto a ser madre, y nos trajo a Fabricio, su primogénito, el que vigilará los pasos de la pequeña Luana, su hermana menor, y que por cierto tiene unos ojos preciosos, distintos a los de la legañosa de su madre (se te quiere Paucar).
El siguiente en convertirse en padre -si mis cálculos no me engañan- creo que fui yo, con Manu, angelicalmente diablillo y travieso como sólo él puede ser. No tan lejos a esta descripción está Luna, mi segunda hija, bella e inimaginablemente traviesa e inteligente, sobre todo cuando explora.
Giancarlo, a quien suelo ver ocasionalmente presentando las noticias en la tele, secundó nuestros pasos, y nos regaló a Gabriel, su heredero (ojalá ahorre para que le herede algo). Hace tres meses me contó que sería padre por segunda vez, y aunque su abdomen prominente advertiría que él es el embarazado (disculpen la deformación), es Hellen, su esposa, quien está en la dulce espera.
Geancarlos, el pajarito Nazario, aquel tío de voz aguda y apendejada, también se convirtió en padre. Su nena, Akemi (nombre natural de la santa tierra de Olmos), lo ha transformado como a todos. Ahora es director de una productora, y le va bien, y me alegro por él. La última vez que lo vi fue en el matrimonio del chino Rogger, otro amigo de la universidad, que se alista para ser papá. “Chipinopo” -como llamamos a Rogger- espera la llegada de su chinita para abril, y cuenta los días para que la ecografía que se sacó su esposa Analí hace unos días se convierta en llanto nocturno.
Frida, nuestra eventual anfitriona en el reencuentro del fin de semana, también es mamá. Milena y Alberto son los culpables de que sus días se iluminen, incluso en las noches oscuras. Ella abraza la alegría de sus hijos al tiempo que trabaja con su esposa en una productora de televisión.
Andrés no estudió con nosotros en la universidad, pero es parte del grupo. Andrés es el hijo de Iván, el chato que ve como su único ñaño le pinta los días de colores, y lo recarga de energía para ir a joder a una radio nacional, donde trabaja como locutor de un programa -dicen- “oidito”. Pocas veces he oído al chato, pero tomando como referente la joda que hacíamos en la universidad, y conociendo el punche que le pone a las cosas que hace, deduzco que lo hace de puta madre, tan igual como los reportajes del magazine donde trabaja con Frida, su directora.
Patty, nuestra Patty, será mamá pronto (yeeeeeeeeee). La gordis compartió su alegría con nosotros hace un par de meses, cuando nos encontramos para comer una pizza con Rogger, pizza que por cierto, la estrenada mamá devoró con la prisa que le sugería el sobrino en su vientre.
Se ha cerrado el círculo, y la maternidad con la paternidad nos ha abrazado a todos los “Chilocos” (así nos bautizamos en la universidad, en otro post explicaré por qué). Nos reuniremos para recordar lo que vivimos, para palpar lo que se fue y se quedó entre nosotros, para contarnos cómo nos va como padres, para recordarnos que el tiempo seguirá corriendo frente a nosotros, y que la base tres se asoma para algunos, y chismear sobre lo que hasta hoy no sé. Otra vez el tiempo…

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Tods mienten, hasta tú...

Si otros mienten, y uno mismo lo hace, por qué entonces confiar en los demás, por qué creer a ciegas en los que aseguran hablarte siempre con la verdad, desprendidos de la censurable mentira. Acaso hay alguna cláusula en esta suerte de contrato amical, que garantice que tanto ellos como tú, deben decir siempre la verdad. Pues no.
Se habla, tras el escudo cómplice y apendejado de la excusa, que existen mentiras piadosas pintadas de blanco, esas que sí pueden ser disculpadas, luego de un menudo esfuerzo de explicar qué las motivó. Pero en el menú también figuran las mentiras oscuras, las negritas, de esas que nadie perdona, las fabricadas en laboratorio como el célebre Maquiavelo, las que tratan de ser indultadas -con mediano éxito- con la defensa de la imperfecta naturaleza humana, la que nos da licencia de cagarla con la perfecta naturaleza animal.
Pillar las mentiras tras un beso, después de un paseo por las nubes, o escondidas en un abrazo, es amordazar la felicidad o simplemente la pasividad del día, y de las semanas o meses que acompañarán la rabia por fiarte de alguien que te pateó el culo en un descuido consentido.
Sin las mentiras, los sacerdotes no tendrían chamba, los confesionarios no tendrían inquilinos y, las parroquias, mochileros de turno. Tampoco habrían baladas que le canten a las decepciones amorosas, y Magdalenas que le lloren a los discípulos de Juan Tenorio, aquel tío que cultivó el hobbie de llevarse a la cama a cuanta chica se le cruzara en frente, incluso a la hija de la tía que vende uva Italia en una triciclo.
Sin mentiras no existirían las verdades, y menos los santos retratados en estampitas, no habrían héroes sacrificados, ni pendejeretes, ni calzonudos, ni tú, ni yo.
Si las mentiras no tuvieran vida -como se ha demostrado en la práctica- mucho menos la tendrían los secretos que solemos guardarles a nuestros amigos, que ocasionalmente nos mienten.
En el juego de la verdad y la mentira, puedes pasar de ser un buen tipo a un reverendo pendejo, o una casquivana muchachona de bragas insostenibles en la cintura. Y es que carajo, entiendan, la mentira es una herencia indisoluble, que a pesar del esfuerzo por no acogerla en casa, penetra nuestra debilucha voluntad de ser buenitos.
Las mentiras suelen ser esculpidas por los villanos que ennoblecen a las víctimas embaucadas, las que a su vez revelan el mal hábito de los primeros de mentir compulsivamente sin mediar razón.
Pero qué nos lleva a mentir, acaso el miedo de no ser comprendido, o la joda porque te carguen con bromas pesadas durante una semana completa por la verdad que te ridiculiza o crucifica. Pareciera que al desnudar la mentira, nos acojona el hecho de mudarnos con nuestra soledad a una casa vacía donde es inútil esconderse bajo las mantas.
Admitir que vas a un hotel con alguien que no es tu enamorado, o que lo es hace una semana o tres días, es una verdad que amerita ser escondida tras el muro inmenso de la mentira. Lo es tan igual decirle al auditorio de chismosos que eres la trampa de alguien, o que trampeas con alguien.
La mentira sirve también para eliminar cualquier sospecha que haz roto las reglas, que te haz visto doblegado en el intento de cumplir los mandamientos de Moisés, y sortear la condena divina que te expone ante las miradas.
Las mentiras están predestinadas a superar las generaciones presentes y las que vendrán, parecen ser inmortales, y como tal, lo único que nos resta es aprender a convivir con estas, porque de eliminarlas de nuestra rutina, pueda que algunas verdades a medias arrojen el disfraz, y terminemos jodidos… Además, todos mienten, hasta tú.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Así soy...

Estas dos últimas semanas en que estuve alejado del blog me han servido para reflexionar, para pensar sobre lo bueno y lo malo que soy, sobre la bipolaridad humana, que muchas veces me hace ver como un buen tipo, y otras tantas como un puto villano, de esos que matan ilusiones. Que más allá de los títulos, me alegra y me jode ser como soy.
Quienes me conocen, y aquellos que están en proceso, saben que gusto de mi trabajo, de charlas amenas con amigos y amigas, salir a chelear, joder, y no ir a misa, pese a que el monseñor Moliné es muy buen amigo mío.
Gusto también estar con mi familia, con mis hijos, y jugar con ellos los sábados que descanso y no voy a la chamba. Bueno, esto por la mañana, hasta antes de ir a las clases del curso de especialización en el que me apunté para aprender un poquito más del periodismo, carrera loca que practico con mediano éxito.
La coquetería, pese a que no soy un modelo de revista, ocasionalmente me acompaña. La paciencia siempre está conmigo, incluso en momentos inusitados, de esos que te provocan mandar al carajo a todos.
Y es que así soy, de caminar pausado y mirada rápida, jodido, cagao (a veces)… ayúdame con algunos adjetivos (espero comentarios)

miércoles, 14 de octubre de 2009

Don Hueverto es (o no es) pendejo…

Hueverto, quiere hacer honor a su nombre, y dejar de ser el pendejo que dicen que es con las mujeres, porque lo es. No quiere disfrazar con lentejuelas ridículas una amistad barata como pasaporte a la cama de una mujer. Quiere tener amigas y no pensar que puede liarse a todas, desde la más traviesa hasta la puritana que le entregó su virginidad -baratito nomás- a cambio de palabritas cursis, que emboban.
Ya no quiere verle el trasero a una mujer cuando se va, o las bubis cuando se escapan por el escote de la blusa, o resaltan por debajo y encima de esta, asesinando los botones acojonados por las formas nada ingratas de la naturaleza que algunas de ellas lucen. No quiere confundir los gestos o palabras amables, y creer -con una montaña rocosa en los ojos- que la cortesía es en realidad coquetería, o una forma de ellas de decirle que hay chance de chapar, tirar o estar.
Hueverto no es tan hueverto como su nombre lo delata. Es más, nunca lo fue. Creo que al tío lo parieron pendejo, y desde los pañales empezaron a pulirle el don de conquistador compulsivo.
A Hueverto, quienes lo conocen por primera vez, no se animan a llamarlo por su nombre. Les paltea, suponen que puede joderle. Incluso, algunos, para ahorrarse el roche, lo llaman simplemente H. Y es que nadie se explica por qué sus padres decidieron llamarlo así. Nadie entiende si aquello fue un homenaje al abuelo que murió, un error del tipo que registra a los recién nacidos (parece que quisieron llamarlo Humberto), o una venganza del papá porque la madre le fue infiel.
Aunque Hueverto es un nombre que distrae, porque lo relacionas automáticamente con un tipo caído del palto, medio cojudón, incapaz de maquinar con mediana inteligencia alguna maldad; algunas de las chicas que se vinculaban con este coleccionista de relaciones furtivas y calientes, le cambiaban lo que en apariencia era una chapa, y aterrizaban sobre él, el nombre de sus ex enamorados. A Hueverto no le molestaba que canjearan su nombre por otro, que camuflaran el mal gusto de sus padres con maquillaje social. El tío podía tolerar todo con tal de un affaire.
Pero Hueverto quiere cambiar, dejar de ser lo que el espejo le reprocha. Planea, con bajas posibilidades de conseguirlo, ser un chico de bien, no cagarle la vida a ninguna mujer más. Le cuesta arrancarse las prendas de jugador, no a cambio de una túnica de religiosa, pero si por la de un tío bonachón.
Ha pasado una década y media desde que Hueverto inició una vida casquivana, de paseos desnudos por camas que las estadísticas perdieron registro, de besos apasionados y nada reticente a los estrujones bajo las sábanas. En los últimos dos meses ha liado con al menos ocho chicas, un promedio no ajeno en su record seudo olímpico.
Y si bien Hueverto por mucho tiempo se presentó como la antitesis de un Romeo enamorado, el tío también se enamoró, tuvo su Julieta, su reina, y dejó de ser aquel tipejo por dedicarse a exclusividad a ella, a la mujer de sus ojos, a la luz en medio de la oscuridad, al amor abrazado del placer. Fue en ese espacio en que sus pensamientos dejaron de ser gris y hablaba con el corazón, amordazando a los diablos alojados bajo la cintura.
Hueverto está decidido, quiere ser aquel otro del que las chicas pueden enamorarse sin miedos. Quiere, y luchará por hacerlo, enterrar las mentiras y sembrar verdades.
Vale, que no pretende convocar a cupido, ni pondrá avisos en los diarios, pidiendo que ella, sí, ella, llegue. Que no le ha visto el rostro en sueños, ni se lo imagina, sólo sabe que algún día cruzará sus huellas por la misma playa por donde camina ahora en solitario.
Se promete, y les promete a ellas aunque no lo escuchen, que no volverá a insinuarse con alguien del género femenino (guapa, claro está) con las intenciones que Benedicto XVI repudia y que la finadita Santa Teresa de Calcuta, censura. Se esforzará al máximo por no afanar al vacío de su corazón, y sin ánimos de convertirse en un cascarrabias, caminar pausado aunque a veces haya prisa. Si escuchan de algún Hueverto haciendo travesuras bajo las faldas, no os preocupéis, que ha de ser un homónimo…

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Once años después... vendrán más

Cuando el sábado volví a sentir el tirón en la pierna derecha durante la pichanga de fulbito en el barrio, supe que el domingo no desfilaría. Me jodió un carajo que el dolor me dijera que no acompañaría a mis ahora amigos, y ex compañeros de clase durante el reencuentro anual por el aniversario del centenario colegio nacional San José. Además, era un día doblemente especial, el Sanjo cumplía 150 años.
La mañana del último domingo había planeado no ir a clase de titulación en la universidad, para aprovechar las horas que ahorraría, yendo al diario donde trabajo para avanzar con una chamba, y ganar tiempo e ir al encuentro de los chicos. Eso hice, los cálculos no me fallaron.
Cuando llegué a la avenida Balta era imposible no escarapelarse. El que no sentía la piel de gallina no era del Sanjo. Ver aquella calle repleta de sanjosefinos y oír la banda de música entonando el himno granate era ciertamente conmovedor. Llevo once años fuera del cole, pero cada último domingo de setiembre, la sensación es la misma, y la vez distinta, cuando abrazamos los recuerdos tejidos en aula, y bueno, también fuera de esta, con las broncas a puño limpio en Los Parques, o después de cada partido de fútbol -y pocas veces de basquet- con los rivales de turno.
“Pacho” fue el primer tío al que encontré en Balta y llevaba consigo la banderola que mandamos hacer con el nombre de la promoción 1998. Charlamos, le pregunté por algunos de los muchachos, y me dijo que estaban en camino. Nos separamos por unos minutos porque él tenía que buscar a su papá -también sanjosefino- y yo, debía concretar una entrevista con un político que había pactado un día antes.
Al rato me crucé con “El Ciego”. Ya no usa esos anteojos con vidrios de poto de botella con los que lo jodíamos en clase, sino lentes de contacto. Ahora es psicólogo, cuando de alumno este tío tenía el don de enviar al manicomio a cualquiera, hasta el propio Job habría caído rendido, pues su paciencia no habría tolerado al buen Elard Arnaldo, El Ciego.
Luego que el Ciego me puteara por no vestir de terno y no desfilar, y tras justificarme por la lesión en la pierna, fuimos al encuentro de Pacho, y en el camino encontramos al frentón de Giorgio, que después de seis años que rompió mis lentes, no se digna en pagarlo (y dudo que lo haga luego, ya le he perdonado). Giorgio tampoco desfilaría -vestía sport como yo- pero en su caso era distinto, había regresado de viaje apenas una hora antes de ir al desfile, y no tuvo tiempo para sacar del closet el saco y la corbata.
Poco después encontramos a Paco, Sachún, Pikichaki, Chancafe, Milton y Beto. Empezamos a recitar las jodas de colegio, y cagarnos de risa, por las derrotas y los triunfos en las broncas, los afanes frustrados, las torpezas en clase, en fin. Hasta que apareció Manolo, y recordamos cuando después de una paraliturgia en el aula de segundo de secundaria, se lió a golpes con Eduardo, “el mongolo”, y el tío cayó en los primeros dos toques. Recordamos cómo Manolo salió huyendo despavorido del aula, pensando que le había matado, que Eduardo no resistió el enfrentamiento, y el mal cardiaco que padecía lo hizo caer en medio del ring que acondicionamos, post acto religioso, cuando nos dimos la paz.
No podía quedar fuera aquel día cuando el Ciego hizo el ridículo y las tres cabezas que le llevaba de ventaja al “Chino” Delgado Aquino, le sirvieron de nada para defenderse del chato que le sacó la mierda a punta de puñetes en la cara, empinándose.
Nos acordamos de los profesores y de la costumbre de estos de cobrarnos por facilitarnos los exámenes o aprobarnos en los cursos con el único esfuerzo de pagarles un sencillo (lo hacíamos sólo con los cursos cagones, no con todos). Nos reímos de la frescura cómo los profe nos sugerían ir a un local camuflado en la “cachina” para las clases especiales.
Esperamos que desfilaran las promociones que nos antecedían para que mi promo del 98 hiciera su ingreso con la banderola que no todos pagaron (paguen la cuota carajo).
Pillamos en el camino a Yuri, que estuvo un año por Inglaterra trabajando y regresó a Chiclayo con varios kilos menos de peso, ahora ya no podíamos decirle gordo, o quizá sí, pero por cariño a los rollos que nos acompañaron de primero a quinto de secundaria en la sección “I”. Con el gordo, recordamos cuando le hicimos mierda su casa, cómo dejamos su cocina llena de comida desperdigada, y los empaques del shampú, dentrífrico y papeles quemados. Él, con pana, nos sacaba pica porque no logramos atraparlo para depilarlo a la fuerza como lo habíamos planeado con el resto de chicos, en venganza a las maldades de Yuri con los inocentes.
Los saludos a nuestras madres estaban a la orden del día. La Rosa, La Feli, La Maru, La María y otras más también desfilaron, no orgullosas por la distinción. Y las ex enamoradas de los chicos no pasaron piola, también fueron chancadas, pese a que algunas esposas y novias vigentes nos acompañaban en la charla.
Juro, y no miento cuando lo escribo, que quise llorar al sentir sobre mi piel el coro del himno y la marcha sanjosefina. Rejuro por lo que más amo, que volveré el 2010 y, aunque este año no lo hicimos, lo haré para chelear en la calle, en la esquina, sentado sobre una caja de cerveza, acto que posiblemente sea censurable, pero que me importa menos que nada cuando el San José cumple años. Coco, Pacolo, puta madre tíos, no falten el otro año…

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Lo que empieza, termina… PARTE II

¡Aló!, atinó a oír Javicho antes que la voz que se colaba por el auricular se quebrara y llorara. Era su papá. El identificador de llamadas del celular lo ayudó a saber que era él quien sufría. Y eso empezó a preocuparlo. No sabía cómo contarle lo que había sucedido. Supuso entonces que era algo terrible, porque su padre no es de los tipos que estila llorar por boberas, lo hace en una situación extrema, casi apocalíptica.
“Ese cdsm terminó con tu hermana”, le dijo furioso a Javicho su papá, hablándole de quien ahora podría decirse es su ex cuñado. La hermana de J, Renatha, descubrió que su esposo le era infiel, y Javi, ayudó a identificar a la causante de esta historia, penosa para la familia del tío, y feliz, para los nuevos enamorados, supongo.
J le dijo a su papá que lo entiende, que también se sentía mal, porque comparte el dolor de su hermana. Le pidió no desfallecer y retomar fuerzas para animar a su hija, que ahora, como cuando era niña, lo necesita para sacarla de aprietos, un aprieto bastante grande.
A Javicho, su viejo le pidió llamar a su hermana. Y lo hizo. Timbró hasta en tres ocasiones y no respondía. Comprendió que no quería hablar con nadie, ni oír consejos que en este escenario se pintan de estúpidos. Sin embargo, insistió. Ella le contestó con la voz delatora del llanto. Ahora era J quien no sabía cómo abordarla.
La mala costumbre de no telefonearse seguido la hacía sospechar a Renatha que Javicho la llamaba por algo importante. Y en verdad era así. Le importaba saber cómo estaba ella, si había dejado de llorar o aún lloraba por la ruptura unilateral de la relación.
“La vida nos trata bien y mal. Pero cuando nos trata mal estamos obligados a enfrentarla y ganar”, le dijo Javier a Renatha ensayando un consejo salido del afán de consolar a mi hermana. “Gracias hermanito”, contestó ella, tratándolo con una ternura que afortunadamente no abandonó cuando saltó de niña a mujer y que Javi degustaba cuando ambos éramos infantes.
Cuando Javicho -después de la pichanga del sábado- me contó este avinagrado episodio terminé de convencerme que ciertamente todo, absolutamente todo lo que empieza, en algún momento termina. Algunas historias toman un atajo y se van al diablo antes de lo esperado. Otras, le dan largas a la vida, y en una lucha encarnizada entre las alegrías y tristezas, llegan a pintar canas y modelar arrugas.
De regreso a casa, y mientras me duchaba recibí la llamada de Paco al celular. Me pidió que nos viéramos por la noche y así fue. La charla con Paco me ayudó a redondear la idea del inicio y el fin. Paco, hace menos de un año se pegó una tremenda borrachera, luego que su entonces enamorada lo cortara. Pero el fin de semana, una película romanticona lo llevó de regreso al pasado, torturándolo.
“Te pienso a las seis y quince de la tarde de todos los días como cuando tomamos el último café lejos de donde nos conocimos. Te veo en todas las malditas calles por donde caminamos y corrimos, en sitios anti románticos donde también compartimos ratos juntos. Y me pregunto por qué terminó, por qué carajo esta historia también tuvo que llegar a su fin, cuando habíamos planeado atajarla a mitad de camino y bloquear todas las rutas que llevaban al precipicio”, decía un párrafo escrito por Paco que me prestó para transcribir en este blog, y que lo escribió después de ver la peli y recordar a Dariana, su ex.
Pese a los lamentos de Paco, y al ánimo del tío de repetir la bomba chelera, entendí que el fin suele ganarle la batalla a las historias que navegan viento en popa.
Habría que preguntarse cómo carajo él se olvidó de pronto arrancar una flor de un jardín extraño para llevárselo a la mujer que dice amar. En qué momento perdió el interés por cometer una locura de amor. Cuándo es que se dijo “nunca más compraré un peluche”. Por qué ya no la invita a ver una lluvia de estrellas o simplemente, la luna estacionada. Qué sucedió para que el amor se derritiera y el fin reinara. ¿Qué pasó?...

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Lo que empieza, termina...

Toda relación de pareja, amorosa o no, tiene su sello. Por ley mundana, tiene además una partida de nacimiento y -en paquete- un certificado de defunción. La premisa que advierte que todo lo que empieza tiene su final, es un consuelo de tontos cuando encestamos en el tacho una relación.
Cuando nuestros padres -por una fijación inexplicable- empiezan a emparejarnos de niños, con la vecinita de lado o la hijita del mejor amigo, hacen de este ejercicio casero, inofensivo, y hasta cómico, un ensayo de lo que vendrá luego, pero sin ellos como protagonistas secundarios. La fotito con la amiguita o el bailecito en un cumple mazamorrero, suelen ser los primeros pasos para complotar contra el destino y manipularlo, hasta el punto de crear maquiavélicamente una relación que desde antes de partir, se sabe aterrizará en la nada. Aquella época llega a nuestros recuerdos, luego que nuestros padres nos cuentan lo vivido de bebos, o nos muestran algunas fotos que testifiquen esa primera y kamikase relación de pañales.
Como los papis despertaron en ti el apetito de acercarte al sexo opuesto, es que -con comprensible y desmedido temor- tratas de galantear, al mejor estilo de un inexperto graduado, a la niña que resalta por encima del resto de tus compañeras de aula en la primaria. Lo jodido es que tienes competencia. No eres el único que procurará robarse la mirada de la niña bonita. Y será entonces, cuando decides tirar la toalla y mirar de lejos cómo otros la afanan, o perder todo roche, y combinar con precisión matemática lo cómico y ridículo, binomio con bajo margen de error al momento de aplicar esta estrategia infantil. Lo penoso de esta etapa, es que el éxito dura poco.
Es posible que en la secundaria sigas estudiando con las mismas chicas de la primaria, y se prolongue las posibilidades de anclar en una de ellas. Los méritos o deméritos de la primaria jugarán un papel, sino vital, importante, en tus intenciones de cortejarla. Habrá chicas que se muden de otros colegios al tuyo, y superen largamente o en un final de fotografía, la belleza de la compañerita relegada. Es en ese momento, en que hay que empezar de cero, y dedicarse a escribir otra historia.
Si terminas la primaria y en el sétimo grado tus compañeras se matriculan en un colegio sólo de féminas, redoblarás el esfuerzo por no perderle el rastro al cuerito fuera de las aulas. Sería imperdonable no tener el número de teléfono de casa, celular, correo electrónico y no agregarlas al Hi5 o Facebook (en mi época no existía lo último, nos conformábamos con lo primero). En este escenario, tendrás fortuna siempre que te esmeres, y la pereza no te intimide.
Con el tiempo vas ganando experiencia y coleccionando alegrías, golpes, lágrimas, desamores y, sabes qué hacer y qué sortear. Las primeras rupturas son una de las que más duelen. Y es que la ilusión del “primer amor” es como cuando vamos de paseo en un globo aerostático, acariciamos el cielo y compramos algunas nubes para llevar a casa, pero cuando lo pinchan caemos de porrazo con el riesgo de terminar en la unidad de cuidados intensivos.
La guapa del barrio es infaltable. Con ella también te cruzas en tu andar. Pueda que la cercanía y las charlas de banca hagan que te líes con ella. O para mala suerte tuya, que las payasadas de esquina te presenten ante sus ojos como un tarado, y mire hacia otra isla. Ahí si te jodiste.
Los quince o dieciséis son los años en que el aprender a tocar guitarra, te atrae, te seduce la idea de comprarte un arma de alta precisión y apuntar al corazón de la chica de la que te enamoraste. Le disparas, sin miedo a herirla, baladas que nacen de las cuerdas y tu voz. Las fogatas y las noches estrelladas se prestan para empezar a hilar la chompa que cobijará vuestro corazón en la playa donde se vieron por primera vez.
Como que en la academia pre las chance de emparejar tu soledad se acrecientan. Es bueno andar con pies de plomo, porque cualquier error te descalifica en primera ronda. Miras todo el panorama, sin saltarte espacios vacíos, y pillas en medio de ellas, a ella. Los cuatro meses que dura el ciclo en la preparatoria, pueden servir para empezar y terminar al ritmo de las clases, o para alistar el terreno a lo que pueda venir luego. O mejor aún, para los putos, intercambiar experiencias en breve plazo con chicas open maint… (EL PRÓXIMO MIÉRCOLES: PARTE II)

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Blusas con blindaje...

Cada día es más complicado conquistar a una mujer. Ahora, a diferencia de años pasados, para cortejar a una chica tienes que tener en cuenta que dejaron de ser confiadas, que ya no creen en los rostros bonitos, que dudan que puedes serles eternamente fieles, que temen decirte “sí” y arriesgarse a sufrir, que si les dices “rosado” dudan y piensan que disfrazaste al rojo. Los tiempos han cambiado y ellas también. Por consenso le dijeron adiós a la ingenuidad.
Las mataperradas de los hombres contadas a lo largo de la historia colonial y republicana, y vividas por las mismas chicas en experiencias pasadas, hacen que con inteligencia tomen sus previsiones, ahora usan blusas con blindaje. Es imposible que no gusten de los chicos, y sueñen con el príncipe azul, pero ahora se detienen a pensarlo, y si es posible, enviar toda declaración amorosa a un laboratorio clínico para analizar la veracidad de las palabras.
Quienes la pasan mal con esta mutación femenina son los chicos que en verdad se enamoran y aspiran galantear a la mujer que pintó flores en sus ojos y su corazón, pero que a la vez le rehúye por temores comprados y regalados. Ellos tienen que luchar contra la imagen de los chicos floreros, de esos que fabrican al por mayor palabras tiernas para canjearlas por un “sí” con el único fin de inflar su estúpido ego masculino y colocar por debajo de la última conquista el nombre de la víctima estrenada. Tienen que convencerlas que no son de los que miran potos cuando se cruza una chica imán, de esas que atraen miradas masculinas; que dejaron de ser los que cruzan fotos de ex enamoradas desnudas, que tienen corazón y no un iceberg en el pecho.
Las rosas que puedan enviar acompañadas de una tarjeta con dedicatoria fresa, o las serenatas con mariachis, son fórmulas que a las chicas, las invitan a la duda. Al toque piensan: “este won quiere levantarme”. Alguna invitación a tomar vino, es entendida como el preámbulo a una noche desenfrenada donde los deseos sexuales los hará perder los papeles, y en algunos casos, algo más que eso.
Confiados en que sus hermanas no los censurarán, existe aún un grupo de chicos que cuenta sin reparo y sin saltarse detalles, las últimas de las aventuras pasajeras con las chicas del colegio, la academia, la universidad o el trabajo. Hay otros muchachones que lucen sus medallas y charlan abiertamente con sus amigas sobre sus últimos agarres. Lo que esos tíos no saben es que su fama puede multiplicarse y hacer que las chicas crean menos en sus palabras, pero lo más jodido, es que terminar de pulir la imagen de gárgola que las mujeres tienen de nosotros los hombres.
Eso que todos los hombres son iguales, entendiéndose por pendejos, es medianamente cierto. Insisto, hay quienes sí se enamoran y no florean, hay quienes aman, y no buscan un affair de fin de semana o de vacaciones de verano.
Debemos entender que la vida no es una máquina expendedora que te arroja una lata de felicidad en forma de cola, luego de ingresarle un par de monedas. No hay porque usar blusas con blindaje, porque por previsión, pueda que ustedes, chicas, espanten al amor de su vida. No está mal andar con pies de plomo, y aunque no es necesario correr como velocista olímpica, valdría la pena ir al ritmo de vuestro corazón, de que seguro no les defraudará.
Vamos chicas, es hora de mandar de vacaciones los temores. No olviden que librarse del miedo es como quitarse la ropa delante de alguien, a veces cuesta, pero cuando empiezas, lo único que tienes que hacer es seguir, sin dudar. Y de repente te das cuenta que el miedo no te pertenece, ha desaparecido, como esa ropa que un día dejaste usar… Suerte

miércoles, 26 de agosto de 2009

Todo lo que digas o hagas será usado en tu contra…

Cuando la Policía captura a un delincuente, le advierte, mientras le coloca las marrocas, que cualquier palabrita o palabrota, frasecita o frasezota, que diga, podría ser usada en su contra cuando sea juzgado. El combo Nº 1 de advertencias policiales incluye además la imposibilidad de hacer algún amago de fuga, pues cualquier acción que simule una falta será considerada también para mandarlo a prisión. Con un discurso tácito, le piden que -por su bien- compre silencio, que se inmovilice, que no joda.
Es cierto que a veces es mejor callar y no decir o hacer nada. También es verdad que existen terrenos en los que es mejor no minarlo para poder caminar con libertad. Los psicólogos, y a veces los amigos, nos aconsejan dejar el complejo suicida del talibán, y no inmolarse por ideas románticas.
Quizá porque no soy un puto cangrejo, y no retrocedo en nada de lo que hago, es que en los últimos días una de mis mansas acciones ha sido la excusa perfecta para darme con palo. Definitivamente pude no hacerlo, pero me animé a lanzarme y ser pillado en el intento.
Desde que descubrí a Gianmarco Zignago en los noventa, gusto de su arte, de la forma en que retrata los amores y desamores, en letras de canciones que luego nos regala. Me vacila que no abandone su sencillez y que siga siendo el tío de barrio que no abraza la vanidad. Lo he oído en las radios, lo he visto por la tele, he comprado cassettes y discos suyos, he cantado “Canción de amor”, “Dos Historias”, “Te Mentiría”, “Gota de Lluvia”, “Después de mí”, en fogatas de amigos, y en los últimos tres años, además de comprar “La Madera del Alma” (su primer libro) he ido religiosamente a los conciertos que ofreció en Chiclayo, la ciudad donde vivo. Si tengo que bajar canciones del youtube, él encabeza la lista de mis preferencias musicales.
En la última semana, Gianmarco llegó nuevamente a Chiclayo para ofrecer cinco conciertos. Desde que hicieron la promoción en los medios, sabía que tenía que estar en el teatro Dos de Mayo, donde daría el show. No dudaba en que estaría en una de las butacas del teatro, gritando sus canciones, y emocionándome con las letras hipnotizadoras de las baladas.
Empecé a hacer méritos para ganarme la condena de amigos y compañeros de trabajo, cuando me incorporé al grupo de chicas que compartían conmigo el gusto por Gianmarco. En honor a la verdad, debo aclarar que hace tres años me registré -sin nadie que me apunte un arma a la cabeza- en el portal de fan de Gasparín, y que recibo información suya en mi correo electrónico.
Aprovechando que la enamorada de un buen -y oscuro- amigo es la presidenta del club de fans en Chiclayo, opté por matricularme en este grupo de muchachonas, que decidieron venerar al pelao en su travesía por la Ciudad de la Amistad. Madrugué a las 4:00 de la mañana, para ir al aeropuerto, ya que una hora después, Gianmarco aterrizaba en Chiclayo. El primer contacto con el pelao fue captado por cámaras fotográficas y de video. Esas imágenes fueron compartidas luego con quienes se convertirían en mis implacables verdugos.
Con la sola intención de joder, me etiquetaron de gay (lo cual, para mí, no es ofensivo, porque respeto a los gay). Los críticos no concebían que un hombre sacrifique horas de sueño por ir a recibir a otro hombre, no admitían que haya comprado un polo del club de fans. A las chicas, les perdonaban la ofrenda a Gianmarco, pero a mí, por no ser ella y sí él, me mandaron a la horca, censurándome.
Pero ahí no terminó todo. Para el primer concierto donde iríamos los fans, hicimos una previa, como un calentamiento a la pichanga que nos mandaríamos luego en el teatro. Alistamos vivas a “Gianni” y ensayamos canciones suyas. Ya fuera del teatro, cantamos y avivamos los ánimos del público que formaba la cola para ingresar al show. Ese momento, en el que además portaba el cartel más grande con frases cariñosas a nuestro artista, fue documentado en fotografías, captadas por un puñalero amigo (te quiero negro), quien se tomó la licencia de enviarlas a los correos de quienes ahora me joden.
No me arrepiento de ser fan de Gianmarco, y de haber hecho todas esas medias locuras en los últimos días, pues son una cadena de locuras mayúsculas que voluntariamente hice motivadas por él. Acepto con aplomo las jodas que me hacen ver como un “chico rosa”. Lo que no admito es que limiten la joda sólo a mí, que no la hagan extensiva con quienes han colaborado para que me carguen con bromas pesadas.
Chicho, el enamorado de la presidenta del club de fans, se ha colado con astucia en los conciertos, y ha lucido el mismo polo de fanático que yo, ha saltado y gritado con mayor intensidad a este blogger, y ha sujetado los mismos carteles “fresitas” dirigidos para Gianni, y que incluso ayudó a elaborar. La diferencia es que él se encargó de no repartir las fotos que lo delatan. Así que, no jodas negro.
Caliche es otro buen chico. Estar tras los huesitos de una también fan, hizo que este tío -que se dedicó a bombardearme con fotos- fuese al aeropuerto a pegarla de fotógrafo y colarse a los conciertos del pelao. Él también está con roche.
Vamos, que no quiero limpiar mi imagen, porque no está manchada. Gustar de un artista no es un delito que tenga que pagar. Pero eso sí, equilibremos la balanza de la joda… igualdad papai…

miércoles, 22 de julio de 2009

La perdió, pero ganó...

En agosto, el 13, Manu, mi primer hijo, cumplirá seis años. Pinta sus días de infancia de ratos alegres. Pero ayer la pasó mal. El enano me llamó al celular, y llorando me dijo: papi, me duele la muela, parece que la perderé. La tarde se me iluminó, la joda del trabajo de pronto se aligeró, y me alegré porque el “Chucky” compartió conmigo su dolor, me empaquetó algunas lágrimas para llorar con él. “No sé si pueda resistirlo papá”, insistió Manu, acorralándome contra la pared, y apurando un consejo que calme la odisea del primer diente perdido.
Había pasado bastante tiempo desde que a mí me sucedió, y la experiencia más cercana era la de mi hermana menor que ahora tiene veinte años. En un segundo -a lo Oliver Atton de los Supercampeones cuando va a disparar el tiro con efecto- recordé que mi mamá con caricias en mi cabeza se limitaba a consolarme cada vez que veía disminuida mi dentadura de niño, mientras mi papá que hacía notar que a diferencia de otras cosas que perdemos, aquellos dientes volverían un tiempo después.
Traté de remedar la receta de mis viejos, que entiendo surtió mediano efecto conmigo. Pero a Manu, poco le importaba si su diente volvería, simplemente no quería despedirse de él. Y no es que le tuviera aprecio a aquel diente en agonía, sino que le aterraba la idea que en el colegio sus compañeros de clase lo jodieran por el extravío involuntario de su muelita.
Las vacaciones forzadas por la gripe AH1N1 aplazarían la joda por una semana más, pero Manu tenía razón: en algún momento, uno de esos niños despiadados advertiría que el flaco perdió el diente, e inventarían una joda quizá más ingeniosa a la antiquísima Cindy (de sin dientes) o cierra la ventana (por la apertura en la dentadura). Era inevitable ser el blanco de las burlas en el aula donde Blanca Nieves o el Oso Pooh, pegados en la pared del salón, podían hacer poco por rescatar a Manu de la avalancha de jodas fabricadas por manos pequeñas.
Es cierto, con Manu tenemos diferencias de ideas, centradas básicamente porque él -con un criterio obtuso e infantil- decidió ser hincha de la U, y yo soy aliancista a morir. Pero en lo que coincidimos es en que nos amamos hasta la eternidad, y quizá, un poquito más allacito. Y por eso, no podía sumarme a la burla, y hacer leña de la muela caída. Tenía que inventar algo y rápido, porque Manu oía mi silencio responderle por el celular.
“Papá, estas ahí”, preguntó Manu, recriminando con delicadeza mi ausencia en la conversación. “Sí, mi amor”, respondí. “Y qué hago con el dolor de muela, no quiero que me la saquen”, dijo, volviendo al ataque de las preguntas. Así que recurrí a la historia del ratoncito, ese personaje cómplice que a cambio de llevarse el diente de tu hijo le ofrece al inocente embaucado, algo de dinero para no alargar el llanto. Lo jodido de este trueque es que es financiado por los padres.
Con Manu aún preocupado por su destino en las próximas horas, me dediqué a explicarle -a través del celu- la negociación que haríamos con el ratoncito, y el aporte que debía hacer, como una suerte de inversión que luego recuperaría con creces.
“Escucha con atención rey: Es cierto que cuando pierdas tu muelita, te dolerá, pero hay una buena noticia”, le dije a un intranquilo Manu. ¿Qué?, preguntó. “Cuando se caiga tu diente, podrás colocarlo bajo tu almohada al momento de ir a dormir, y al despertar al día siguiente, encontrarás algo de plata que un ratoncito te dejará a cambio de tu muelita que se llevó”, le dije a Manu, procurando no obviar ningún detalle sobre el trato con el roedor invisible. “Ok papi”, sentenció Manu.
Al llegar a casa por la noche, Manu me recibió con una sonrisa distinta, a lo Chilindrina, sin el diente que lo acompañó por algunos años. Luciana, mi esposa, me narró cómo Manu huía del dolor, cómo se trepaba por las paredes, hasta cuando cayó rendido y perdió el jodido diente.
Manu, atento a la negociación clandestina que hicimos por teléfono, y a la que sumamos luego a su mamá, me mostró el diente que despediríamos antes de esconderlo bajo la almohada. Tomó su leche, se lavó los dientes que sobrevivieron, y camufló la muelita bajo su almohada, no tan al fondo, como para que el ratoncito la encuentre fácil y pueda dejar el billete.
Con Luciana, por la madrugada, retiramos la muelita mientras el flaco soñaba con vacacionar en el Caribe, y depositamos el dinero como lo habíamos pactado -indirectamente- con Manu. No precisaré cuánto ingresamos a la inaugurada cuenta corriente de nuestro hijo, pero no pecamos de avaros. Sólo espero que este negocio no le resulte rentable a Manu, y no se auto-reviente los dientes para costear sus gastos… Te amo rey.

miércoles, 15 de julio de 2009

Se escapó de llamadas recibidas…

Sara le entrega su celular a Lucas. Le pide que lo cheque. El revisa y no encuentra ninguna alteración aparente. Ella insiste y le pide ingresar a la bandeja de “llamadas recibidas”. Lucas sigue la ruta trazada y al repasar la lista encontró llamadas retenidas, de amigos de Sara, de su padre, de compañeros del trabajo. Y al no ver nada extraño, preguntó qué debía pillar en medio de su sorpresa. ¿Hay alguna llamada tuya?, le preguntó Sara a Lucas. “No”, respondió él. “Que no se repita que pase un día y no me llames”, replicó Sara. Entonces él, para parchar el roche, toma su celular y a un paso de ella, la llama. Sara contesta y atiende el pedido de Lucas de invitarla a salir, a lo que ella responde con una sutil choteada, diciendo que le encantaría, pero “tengo una reunión de trabajo”. Luego Sara partió con una sonrisa dibujada en su rostro de ángel, y con el celular cómplice en la mano.
Pueda que crean que Sara es una mujer posesiva, absorvente, que quiere que Lucas esté siempre al pendiente de ella, que no trabaje, y si respira, que sea por ella. Pero no, no es así. Es una mujer que sintonizó su corazón con el de Lucas, rindiéndose al amor que él le inspira. Sara, ha demostrado con hechos y no palabras, que ama a Lucas, y él, se esfuerza por hacer lo mismo, pese a que la ama con intensidad inmedible.
Moriría en el intento de narrar las infinitas horas de amor e historias intermedias que Sara y Lucas vivieron juntos. Sobreviviré al contarles que ambos empezaron a pellizcarse los brazos, luego a puntearse con lápices en el ojo, y finalmente lanzarse piedras al corazón. De pronto, parieron heridas engendradas por las broncas. Todo cambió. Ya nada era igual.
Recuerdo haberle oído decir a Sara que si Lucas saltaba a un abismo sin paracaídas, ella iba tras suyo y sin alas. O que si a Lucas lo herían de un balazo, ella sangraba. Lucas por su parte, le regaló un mapamundi hecho globo, y le pidió girarlo para luego frenar con su dedo en el lugar en el mundo donde irían a vivir su amor, a solas, lejos de la mierda que los perseguía. Y es que el suyo era un amor imposible por terceros, no por ellos.
La última vez que hicieron el amor, Lucas dejó huir una lágrima. Ella, después de aquella noche, le regaló un abrazo, y le prometió que nunca lo olvidaría, que aunque desfilen algunos otros hombres en su andar por este mundo, él sería el amor de su vida. Lucas se vistió con la tristeza en los bolsillos, porque no volvería a ver el lunar en su espalda.
El primer día después del adiós fue terrible. Ambos querían tomar el celular y llamar al otro. Se contenían. Luchaban contra ellos mismos, y lloraban. Era inevitable no extrañar, era harto fácil recordar, y menos complicado, no sufrir. Se resistían a ser consolados por manos amigas, pateaban piedras y latas mientras caminaban por calles vacías como su corazón que desalojó al amor invasor.
Cumplido un mes desde la lágrima de Lucas, Sara checó las últimas llamadas recibidas en su celular. Lucas no estaba en la lista. Lucas se escapó de la bandeja de llamadas recibidas, y se escondió en la ducha, aferrado a la amargura del fin de una historia repudiada, odiaba por la broma pesada que le jugó la vida, y él mismo.
Todos alguna vez hemos tropezado con el punto final de una historia, hemos protagonizado desenlaces llorones, y hemos gritado en el silencio por la rabia contenida de no poder recuperar lo imperdible. Me ha pasado a mí, y te ha pasado a ti que me lees. Posiblemente vuelvas a revisar tu celular, y el o ella, habrán huido con Lucas de la bandeja de llamadas recibidas.
A veces es válido aplicar la fórmula del payaso: reír mientras tu corazón y alma lloran. A veces es bueno dejar partir a los recuerdos que a diario nos martirizan. A veces sería estupendo no revisar más las últimas llamadas en el celular, y timbrarle a la felicidad que está de vacaciones. Quizá vuelva, quizá no. Suerte amigos…

PORSIACA. El último miércoles mientras alistaba un nuevo post me asaltó la mierda por un problemilla que afortunadamente maté. Eso me impidió escribir, mi mal humor me detuvo. Me disculpo en caso hayan esperado el post de la semana pasada y no lo encontraron. No volverá a suceder.

miércoles, 1 de julio de 2009

Mamacita con corazoncito...

Es guapísima, extremadamente bella, de curvas infernales y angelicales, es el dibujo perfecto de un sueño inolvidable, es de esas mujeres con las que cualquier hombre quisiera estar. Pero justamente eso es lo que ella detesta, odia que los chicos se le acerquen con la única intención de querer hacer cositas ricas. Y le jode, porque no es de las chicas que estilen tirar con uno y otro, es de las chicas que hasta antes de las múltiples decepciones amorosas -en los últimos cinco años- soñaba con el príncipe azul, pero entiendo ahora que alguien lo bajo del caballo.
Si tuviera que lanzar una moneda a la pileta y pedir un deseo, sería el no ser vista con ojos mañosos, de esos que la ven desnuda caminando por la calle, o sobre una cama, jadeando deseosa. Quisiera -con justo derecho de mujer- que le lleven flores, le dediquen poemas, canciones, ir al cine, a la playa, al parque, recibir serenatas, ser la media naranja de alguien, pero claro, sin que el conquistador disfrazado mire de reojo al depa o el hotel al quiere llevarla entre coqueteos y empellones.
Las veces que ella se enamoró se topó con unos tipejos, la engañaron, la sedujeron con el malévolo y pre fabricado propósito de llevarla a la cama. Algunos pocos -sospecho- lograron presentarse como hombres enamorados, encandilados por su corazón. Y ella, confiada en ese amor mentiroso, posiblemente se entregó, pero luego descubrió que ellos sólo querían intimar.
No pretende ser monja y tiene claro que seguirá saliendo a discotecas los fines de semanas y cheleará con sus amigos, pero nunca más quisiere sentirse en el mismo nivel que preservativo, no quiere que la usen y la desechen. No permitirá que ningún otro sujeto la maltrate, se protege siendo indiferente y dispara contra el príncipe que cabalga hacia ella.
Quiere, pero se rehúsa a creer en palabras bonitas, pues comprende que los chicos la utilizan para programar un tour sexual con ella, y sin consultarle. Aún gusta de los chicos guapos, pero de ellos, dice que son los peores.
Sabe que no puede retroceder el tiempo y vivir eternamente como niña, lejos de las curvas que enloquecen a los chicos con los que se cruza. A veces llora porque quisiera volver a jugar a las muñecas, pero no que jueguen con ella. Planea no tener hijos y seguir criando a su perrita. Y morir a los cincuenta, pues dice que no tolerará las arrugas en su rostro y cuerpo, y menos, los achaques que le regala la ancianidad.
“Es feo sentir que sólo te busquen para tirar. Me da coraje y los mando a la mierda”, me dijo la última vez que la vi, cuando se reprochaba porque aquel cuerpo que las gorditas envidian, es un desgraciado imán de deseos masculinos. Duda de la existencia de la amistad de los chicos, está convencida que navegará por aguas tormentosas siempre que cruce pasos con tipos pipilólogos.
Es cierto, no es la única mamacita con corazón, no es la única mujer que despierta sensaciones, y no será la última chica que desborde los límites de lo censurable. Ella es sólo una de muchas mujeres a quienes los chicos le sueltan los galgos, y ello se dará hasta el fin de los tiempos, Y chicos, si gustan un consejo: enamórense con los ojos cerrados.

miércoles, 24 de junio de 2009

Cómo es un EX????

Cuando eres expulsado de los dominios de una chica, o te alejas voluntariamente de ella, y te conviertes en el EX, es difícil saber cómo comportarse luego en el campo del post rompimiento. Es jodido entender qué pose debes asumir luego que te chotean con la mentirosa diplomacia de una mujer, o cuando huyes a punta de pie y con los zapatos en la mano.
Debo admitir que para mí siempre ha sido un dilema que coqueteaba con lo apocalíptico el hecho de encararla después de haberla oído decirme que el “amor” que sentía por mí se esfumó, que chapó con un “amigo” el día de nuestro aniversario, que “mis papis no me dejan tener enamorado” (y luego se comió todo el menú masculino del barrio), que “es mejor darnos un tiempo”, y otros tantos que pretextos pre fabricados por ellas. Cuando me las encontraba -en diferentes momentos claro- dudaba en saludarlas, o en siquiera mirarlas cuando nos cruzábamos por la calle, o nos encontrábamos en alguna tienda, disco, o en la misma universidad.
Pero es igual de complicado darles la cara luego que le dijiste: “Debemos terminar. No eres tú, soy yo, entiéndeme por favor”, “me he dado cuenta que no tengo tiempo para una relación, el trabajo -o los estudios- me consumen”, “tengo que viajar y es mejor que esto termine aquí”, “tus celos no nos permiten ser felices”, “lo nuestro ya no tiene sentido, se acabó”, y muchas otras frases tristemente célebres en este ejercicio de liquidar relaciones.
A veces llegas a convertirte en el EX porque ciertos intrusos suelen apedrear el paraíso, y tras una trifulca, desalojarte de este. Es posible que en algunos casos nos liberemos de una mujer cruel y tramposa, o que nos deprimamos al extremo de oír radios románticas, bajar baladas del youtube, escribir poemas rememorando el pasado que lo patearon, o visitar los lugares donde comías chocolates con ella.
Hace algunas semanas estaba en la chamba, entre cansado y moribundo. El messenger estaba abierto como puerta de escape al aburrimiento. De pronto apareció ella. Sospecho que me tiene como No Admitido en el MSN, y por eso es que aparece como fantasma, cuando menos lo espero.
Remedamos, al inicio, una conversación típica del MSN que pasó por un “cómo estas”, “y qué haciendo”, “cómo vas en la chamba”, hasta que intencionalmente la llevé al tema amoroso. Quería preguntarle sobre su condición sentimental vigente, y fue entonces cuando me aclaró que por ser el EX no podría revelarme lo que mi curiosidad me obligó a consultarle por el chat.
Entendí entonces que si una mujer te ve como un EX es peor que verte como un enemigo. Y es que no eres su amigo, pero tampoco su enemigo. Eres sencillamente el EX. No sé en qué grado de familiaridad me ubica esta condición, pero ella me refrescó mi distraída memoria.
“Creo que ese grado te permite conversar las mismas cosas que las amistades pero nunca habrá la confianza de una verdadera amistad”, recuerdo que me dijo ella al abordar el debate sobre los EX. Lo que luego me resultó extraño es que también quisiera saber de mi presente. Repliqué -como una suerte de revancha al pinchazo que me mandó- que si para ella los ex pasan desapercibidos en el presente, no hay por qué preguntarnos qué hacen o que dejan de hacer.
Motivado por este post, hice una pequeña encuesta a algunas EX (no son muchas, aclaro), y les pregunté -siempre por el chat- qué significaban para ellas esto. Claudia me dijo: “Si terminó contigo y ya no la quieres, pues trátala como una amiga, pero si aún sientes algo trátala con indiferencia”. Verónica por su parte agregó: “Una ex no siempre olvida, a veces se comporta incluso celosa porque le jode lo que hagas ahora con otra persona”. Finalmente Mariana sentenció: “Cuando te conviertes en el EX dejas de ser el gordito, papi, chinito lindo, bebé, y vuelves a ser Víctor Daniel, Jorge Luis, Roberto Carlos o Gerardo Manuel. Y eso pasa porque la relación murió, no seas pelotudo, no le das más vuelta al tema”.
Es medianamente sencillo decodificar las respuestas de las chicas. Si eres el amigo de una mujer sabes cómo comportarte. Cuando eres su enamorado o novio, también presumes y actúas según este estado. ¿Pero si estás en la línea media?
Por ser un pillo con las chicas algunas no quieren hablarme, otras son diplomáticas y asoman un saludo, algunas se convirtieron en buenas amigas, y muy pocas marcan distancia moderada por el chat, por teléfono o en persona. Y lo mismo sucede cuando he sido yo a quien han tronado (como dicen los mexicanos).
Chicos, debemos tener muy en cuenta que al terminar una relación de horas, días, semanas, años o siglos, hay que devolver los regalitos. Pero si diste “el peluchito” (no es el muñequito que compras en la tienda y recibe como obsequio), pues chica, no hay de otra, “diste el peluchito” (sí, es lo malicioso que se imaginan).

miércoles, 17 de junio de 2009

Cuánto tiempo dura el luto en el corazón????

Cuánto tiempo dura el luto en el corazón. Cuánto tiempo hay que llorar por el amor que se fue voluntariamente. Cuánto tiempo toma olvidar al ex y prestarle atención a otro u otra. Cuánto tiempo dura el maleficio del desamor. Cuánto tiempo padeceremos arrastrando recuerdos, que de ser dulces se volvieron agrios, tras oír un despiadado adiós.
Los cristianos católicos suelen vestirse de negro, para demostrarles a los demás que sufren por el ser que se fue. Dejan en el closet ropa multicolor, y visten íntegramente de negro, durante todo un año y de manera ininterrumpida.
No sé quién michi estimó en un año el tiempo clínicamente indicado para curar las heridas y no volver a sufrir por la pérdida, de quien escondido en un ataúd, partió lejos de nosotros. No entiendo por qué a alguien se le ocurrió sugerir que después de doce meses puede tomarte la licencia de resucitar al amor, y poner un letrero en la puerta de la casa, invitándolo a pasar y tomar un café (o té, para quienes detestan la cafeína).
Acaso hay que esperar un año, después de romper una relación amorosa, para iniciar otra. Quizá sí. O talvez más. Claro, hablo por aquellos que en verdad se enamoran, y no por los chicos y chicas de hormonas alborotadas.
Si una vida es insuficiente para olvidar los incansables paseos por la playa tomados de la mano, el regalo de cumpleaños en la cima del cielo, los papelitos que llegan por correo casero con frases dulces, las noches inenarrables al lado de la luna, creo que difícilmente un año bastará para enterrar esos recuerdos.
Un año es útil en la vida de los enamorados heridos, para entender -a la fuerza- que aunque hayan muchas hojas en blanco por escribir en tu vida, estas no las llenarás con historias suyas, porque simplemente se fue. Ya no está a tu lado en la cama, ya no te llamará al celular mil veces al día, nunca más besarás sus labios, no te dirá “te amo bebé”, ya no.
La intensidad con la que viviste días, meses o años con la persona que falleció, hará más dura la tarea de arrancarlo de tu corazón. Es relativamente fácil, cuando lo que los unió fue simplemente pasión, deseo carnal, ganas de estar encerraditos haciendo cositas.
Suele pasar que amigos tuyos te sugieran olvidarlo, rogándote que no llores más, que te fijes en el chico guapo del trabajo, en la chica que babea por ti, que apliques con sapiencia la política de que “un clavo saca otro clavo”.
Algunos se blindan hasta la sombra y con la intención de no resultar lesionados, no esperan mucho. Apenas unas semanas después de la ruptura con el dizque amor de su vida, empiezan otra relación, con el tipo o tipa que estaba tras sus huesitos, esperando que el titular pasara a la banca de suplentes. Al carajo con eso del luto del corazón.
Claudia, una amiga con la que suelo chatear con frecuencia, me aclara que es imposible tramar con el corazón el tiempo en que exterminarán un amor, aunque esté ausente. Que podemos dejar de sentir lo que nos llevó al cielo y nos estrelló en el pavimento, pero nunca, nunca olvidaremos lo vivido.
No podemos meternos en una congeladora, o esperanzarnos en que inventarán la maquina del tiempo, para curar nuestras penas sin embriagarnos en las lágrimas. La vida continúa, y por eso estamos obligados a no detenernos. Podemos frenar un tiempo para llorar y enterrar el dolor, guardar luto por el tiempo que nuestro propio corazón nos aconseje, pero seguir caminando.
Entiendo que para quienes están en proceso de asesinar el amor, no admiten que ella o él besarán a otro, o lo que es peor, que harán el amor con otra persona, que le dirán te amo a ese ser que no se imaginaron existía mientras se amaban. En fin, no hay por qué guardar luto en el corazón durante un año, ustedes determinen el tiempo, y no lloren más…

viernes, 12 de junio de 2009

Profe, sin ir muy lejos, en el paraíso está Ericksan...

Hace tres años te fuiste, pero te quedaste. Hoy recuerdo los secretos que cruzamos y los incansables días de amistad que abrazamos. Hace poco visite tu natal Salas, y vi a Wenshe y tu mami Lucy, también encontré al Chavo y al Tufo, y una foto tuya inmensa en la sala de tu casa. De seguro que hoy los chicos te recordarán. Algunos han partido, pero los que aún quedan estamos pensando en ir a misa o chuparnos un ron en tu nombre. Discúlpame que no pueda seguir escribiendo Ericksan y es que el teclado se mojó, estoy llorando porque retrocedo en el tiempo y te veo con los cerrados. Espérame que falta poco...

miércoles, 10 de junio de 2009

Guardar amor pa’ mayo

¿Se tiene que ahorrar el amor?. ¿Podemos ingresar el amor a una suerte de cuenta corriente y ganar intereses con el tiempo?, ¿Se puede dosificar el amor?, ¿Es imperioso invernar una relación de pareja para no perder la próxima primavera?, ¿Es necesario guardar amor pa’ mayo?.
Me hago todas estas preguntas porque he podido entender en mi minúscula experiencia en abatares amorosos, que una relación tiende a ir de picada, a caer al abismo, y hasta suicidarse, cuando esta es bombardeada por exageradas -y contraproducentes- muestras de aprecio hacia la otra parte, o porque los problemas conyugales llegan a imponerse, distrayendo a nuestra naturaleza humana, y dinamitando nuestro corazón.
Sé que el amor es un sentimiento libre de conceptos semánticos, y expresado de mil formas. Sé que el amor tiene la capacidad de pintar de colores una pared blanca, en tan solo un segundo. Pero sé también que muchas veces el amor no resiste la arremetida de los distintos problemas que la sociedad nos regala a diario, sin ser nuestro cumple. A veces, el amor estalla en nuestra cara.
Así como ahorramos nuestro billete para cuando tengamos una urgencia económica posterior, de esas que nunca faltan, ¿tenemos que ahorrar amor para cuando este se ausente de nuestros corazones?. Y es que una relación suele tener un punto de quiebre, donde la crisis nos sacude, y creemos que el amor se agotó, que ya no hay ahorros en la bóveda.
Cuando inicias una relación -de chibolo o adulto- es claro que eres un rebelde atolondrado cuya causa legítima es atraer hacia tu corazón enbobado a quien sin proponérselo te quita el sueño. El segundo paso del plan, es mantener contigo durante el mayor rato posible a ese ser amado. Y hablo, aclaro, de aquellos que en verdad se enamoran, no de los que piensan en agarres, ellos están descartados, al menos de este post.
De enamorados -recordemos- te esmeras por vestirte bien, perfumarte, que tu mal aliento no te delate, ingresas al gimnasio para no desbordar tus defectos abdominales, llegas puntual a las citas, dejas de ir a jugar fulbito y full vaso con los amigos, compras rosas, chocolates o peluches, escribes poemas y dibujas corazones para decorar el papel, cuando estas borracho le llevas serenata -aunque sea con la tuna de la universidad- recargas constantemente tu celular para llamarla todos los días y a cada hora, la esperas a la salida de clase o de la chamba. En conclusión, haces hasta lo impensado cuando eras un nómada.
No es que sea fanático de las telenovelas, pero no puedo negar que las he visto, sobre todo las mexicanas. En ese mundo fantasioso, el galán y la sufrida protagonista, se juran amor eterno -en público y caleta- se alucinan morir el mismo día y que su amor se prolongue hacia el otro mundo, y posiblemente reencontrarse en la reencarnación de cuerpos. Pero ellos, también se mandan al carajo, se cansan de las llamaditas insistentes y jodidas, de los celos, de hacer cositas seis y no siete veces a la semana, se mechan porque él prefiere ir a jugar fútbol con los amigos o chupar y no ir al cine con ella, o peor, cenar en la casa de los chinchosos suegros.
Lo que sucede en las telenovelas mexicanas, y en menor proporción en los remedos brasileños y peruanos, sucede también en la realidad, evidenciando que el amor no tiene porque ser inmortal, que en ocasiones por -culpas compartidas- el amor empieza a deteriorarse, a envejecer, a resistirse a vivir.
Cuando una pareja ha sabido dosificar el amor durante la etapa de enamorados, y llegan a casarse convencidos que lo suyo será eterno, no significa que estén blindados y puedan vivir con la seguridad que tienen amor suficiente y que no habría por qué ahorrar con el corazón y guardar amor pa’ mayo.
En la vida matrimonial las preocupaciones son otras, tienes que pagar el alquiler del depa, el colegio de los muchachos, comprar las cosas para la alacena de un mes y hasta tu regalo por el día del padre. En este escenario, el amor se desinfla por discusiones relacionadas a lo económico, a lo que falta y no tenemos.
Pero las broncas también se generan, porque él ya no compra chocolates o rosas, y menos peluches, espera picar un rosa artificial que le regalan a sus compañeras de trabajo para llevarle una a su esposa por el día de la madre, compra DVDs piratas -y una quina de canchita- y no va al cine con ella, olvidó las serenatas y sólo canta borracho, jodiendo. Y si llama por teléfono, es para decir que llegará tarde a casa.
Ver a una pareja de ancianos -analizando otra figura- no necesariamente puede ser un cuadro digno de resaltar, pues en ocasiones, el lazo que los mantiene unidos es la necesidad de complementar las urgencias del otro, y no el amor que en el siglo pasado los unió. No es una regla general ya que el amor puede acampar de por vida en sus dulces y envidiadas arrugas.
Tomemos en cuenta que una relación que pueda llamarse amorosa, no tiene fecha de caducidad. Depende de nosotros cuando termina. El guardar amor pa’ mayo pasa por no dejar de expresar nuestro amor pero en el momento y tiempo indicado, evitar asfixiar a tu pareja, darle espacio, compartir lo tuyo y oír lo de ella, cantar sin guitarra, decirle que la amas, caminar y no correr. En este año de crisis financiera, pareciera que el amor también ha pagado los platos rotos. Suerte en el ahorro…

miércoles, 3 de junio de 2009

El hubiera no existe...

Lo leí por largo tiempo (por ratos, oprimido) en el nick de una amiga. “El hubiera no existe”, decía aquella línea en el encabezado de su ventana en el messenger. Indudablemente era un mensaje para alguien, o quizá para ella misma. Quería decir, entiendo, que los deseos frustrados se quedarán como tal, que la realidad a veces no cambia por más que nos esforcemos, aunque eso nos patee con rudeza en el estómago y el corazón.
Y tenía razón. “El hubiera no existe”, porque si fuese así ella se habría armado hasta los dientes -mismo Rambo- y hubiese luchado por un amor secuestrado que necesitaba ser rescatado, liberado de las miradas extrañas que amenazaban con eliminarlo. Pero no, nada de eso sucedió: aquel amor agonizó, sufrió en el límite de la vida y caminó cojeando hasta la muerte, donde ahora descansa.
Si Jota no engañaba a Eme, la decepción que uno le regaló al otro, no hubiera hecho que el caído fuese a curar sus heridas lejos, tan lejos, que ahora se colan por el hi5 para verse en una cita que no es cita. Si Jota no escondía su opción sexual, habría evitado que Eme se sintiera de pedo, al abrirle el closet a su ahora ex enamorado.
Si el hubiera no existiera no habría un después, no existirían las decepciones y las nuevas amistades, nuevos amores. No habría despedidos, ni convocatoria a puestos de trabajo. No habrían alegrías, después del llanto.
Si el hubiera cobrara vida, Goliat hubiese mechado a David, y fácil el grandulón gomeaba al chato. Retrocediendo al génesis bíblico, si Eva no ponía arriola a Adan, en este momento todos estaríamos calatos en el paraíso, comiendo gratis, sin estudiar ni trabajar, libres de toda preocupación porque en la empresa donde chambeas atrasan los sueldos, no te pagan CTS y menos, utilidades.
Si a la hermana de Ben Hur no se le hubiese caído esa maldita teja, Charlton Heston no habría tenido chamba, no grababa la peli, y no nos hubiese tenido pegados a la tele para verlo en Semana Santa remar como loco para luego pasarle por encima la cuadrilla de caballos a Messala.
Si el príncipe no besaba a la cenicienta, no hubiera despertado, y seguiría esperando como solterona desesperada. Si a los enanos de Blanca Nieves no los hubiesen creado puritanos, estos habrían violado a Blanquita. Y si papa Noel no fuese bonachón, fácil serían un choro que aprendió a colarse por las chimeneas.
Pero si el hubiera respirara, la vida se ahorraría algunas lágrimas. Por ejemplo, si los pasajeros que murieron calcinados en el Pasamayo no hubieran abordado el bus de la empresa Z-Bus, ahora estarían con sus familias, comentando sobre otras desgracias, y no dejando -involuntariamente claro está- a sus hijos, hermanos, padres, esposas, enamorados, llorando por la tragedia que los enluta.
Lo mismo habría sucedido con los pasajeros del vuelo de Air France que cayó al atlántico. Si por alguna cosilla habrían perdido el vuelo, estarían con vida. Pero no, han fallecido.
Y la cereza (o limón) en esta avalancha de historias tristes son los 140 niños de Puno que no hubieran muerto si el gobierno, a través del Ministerio de Salud, se hubiera preocupado un tantito por las regiones donde el friaje asesina sin piedad, en lugar de concentrarse exageradamente en la influenza. El calor en el alma de los niños sirvió de poco para cobijarse ante la frialdad de nuestras autoridades. (Lo siento, fue el párrafo político)
Antes de empezar a escribir este post, tenía otros temas en mente que maduraré en las siguientes semanas. Ayer por la noche, apareció en el msn un amigo con el que solemos debatir sobre los desamores que ganamos en la rifa del destino, y es que era imposible no tener el número ganador, pues nos obsequiaron todo el talonario.
Fue él quien me sugirió el tema, luego de explicarme con cierta crudeza que aunque reúna las siete esferas del dragón, Sheng Long no hará retroceder el tiempo. “El hubiera no existe pelotas”, me dijo tratando se sentenciar el tema, y -sin querer queriendo- invitándome a escribir sobre esta idea.
Y fue así que me puse a pensar que si el pelao L habría anotado las jugadas que falló en un campeonato donde campeonamos, el partido final lo habríamos ganado por goleada y no sólo por un gol de diferencia.
También recordé a Matías. Si el loco no hubiera postergado el reencuentro con quien hace siete años era su enamorada, y ella no se habría entendido con otro tipo en el intervalo de las dos semanas que duró la tregua, quizá ahora estarían juntos. Que si él no la hubiera dejado volar por esos días, no hubiera estado con el intruso. Pero Mati, “el hubiera no existe”.
Aluciné que si no hubiese ingresado a la universidad en el segundo examen de admisión de 1999 no habría conocido a quienes ahora son mis amigos, no habría chapado con algunas de las chicas de mi código, no habría viajado a congresos a intercambiar “cultura” con otras universitarias, no habría acompañado a algunos de mis amigos a afanar a quienes con el tiempo se convirtieron en sus enamoradas, o esposas. Lo que más que hubiese entristecido es que no habría ido a embriagarme a los chicheríos de Lambayeque, a los desaparecidos “Aula 69” y las “Esteritas”.
Si no estudiaba periodismo no habría conocido a personas especiales en mi vida, no habría entrevistado a personajes que antes sólo veía por la tele, ministros, y hasta presidentes de otros países.
Si mis padres se hubiesen protegido al momento de hacer cositas, yo no estaría escribiendo este post, y ustedes (a quienes agradezco la simpatía con el blog) no estarían leyendo estas ideas disparatadas. Pero afortunadamente en este caso- “el hubiera no existe”.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Mi mamá es chola. Y mi viejo, serrano…

A Renzo Schuller y Jimena Lindo, las críticas los han triturado. Responder a una pregunta boba de Denisse Arregui durante una de las ediciones del programa “Mesa de Noche”, en Plus Tv, los ha hecho protagonizar, sin quererlo, un chiqui drama, aduciendo que los actores fueron traicionados por su inconciente, y exteriorizaron el espíritu racista que -dicen- estilan camuflar los pitucos, los blanquitos de apellido compuesto o acomodado, contra los cholos, de apellido popular.
Cuando Arregui preguntó qué hace en Cannes, la galardonada actriz Magaly Solier, Schuller automáticamente respondió: vendiendo chompas. Y Lindo agregó: vendiendo chuño. Los tres rompieron en carcajadas, lo que se entendió como un acto racista, condenable para quienes a diario tienen que lidiar con el cargamontón de los que los hacen sentir más cholo que un cholo, y más negro que un negro.
Schuller, en su defensa, ha dicho que en todo caso la joda fue contra Arregui, porque su pregunta tenía una respuesta obvia. Solier, dice, es una actriz que viajó a participar de la gala de un Festival de Cine con la expectativa de repetir el plato de Berlín. La respuesta, insistió, caía de madura. Y de ahí provino el comentario que luego ha sido manoseado, deformado y utilizado para lanzarles dardos a los “racistas”.
Y aunque Jimena Lindo ha preferido saltar el tema, Schuller entiende que su compañera entendió la joda contra Arregui, y la complementó, sin ánimos de maltratar a la Solier, que por cierto ha tomado deportivamente este asunto, negándose a creer que sus colegas actores, y también amigos, hayan podido ensayar una malévola broma por su naturaleza ayacuchana.
Rosa María Palacios ha abordado el tema, invitando a la libre interpretación de los hechos. Beto Ortiz y el Chino Miyashiro también debatieron el comentario de Schuller y Lindo, pero este dúo -abrazado de la malicia televisiva- fue más allá, centrando la discusión en que adicionalmente al gesto racista de los conductores, Plus Tv es una canal racista, una televisora que tiene espacio reservado sólo para los blanquitos, y que se reserva el derecho de admisión a quienes no tiene similitud con la pigmentación de su piel.
Después de esta larga introducción, debo decir que el pecado de ser racista radica en que lo digamos. Porque mientras nos quedemos callados, nadie, ni los nazis reciclados, podrían mandarnos a la horca de la opinión pública, por decir -entre insultos- que no congeniamos con gente de expresiones étnicas distintas.
Debo decir en mi contra que por ratos expreso sentimientos racistas. Y aunque quienes han sido víctimas de mis comentarios estúpidos, dudan que ello ha sido sólo una broma arrancada de la joda de otros, es verdad. Guardo un sincero respeto por aquellos amigos y amigas a los que por ratos les digo cholos, y negros. Entiendo que a veces a ellos les ha jodido que los maltrate con frases hirientes, y aprovecho este espacio para disculparme por las bromas -que al burlar mi vigilancia- superaron la barrera de un chiste tontón.
Hoy, mientras me vestía y al verme en el espejo, me pregunté, quién era yo. Mi reflejo guardo silencio. Y es que si mi mamá es chola y mi viejo, serrano, podría decirse que soy un mestizo disfrazado por la naturaleza (ver la foto de presentación del blog), pero guardo mis dudas.
Sigo siendo de la clase media, aún viajo en combi (o camino largo tramo cuando no tengo un céntimo en el bolsillo), almuerzo en un mercado un menú de 3 soles (a veces no como), no compro periódicos porque los leo en la chamba, me dejo el cabello largo porque quiero ahorrarme el costo del paseo por la peluquería, no recargo mi celular con frecuencia, y pico deportivamente a quienes en forma solidaria quieren extenderme un crédito casero, libre de intereses bancarios. Yo también, el hijo de la chola y el serrano, es apaleado por el racismo oculto en los verdugos asolapados.
Que este post no se entienda como un texto renegado de un tipo que envidia lo que él no tiene. Es sólo recordar que el racismo se esconde, y cuando salta de la boca con descaro, será lapidado por quienes piensan igual. Claro, hay quienes deploran el racismo en todas sus formas, aunque por ratos se les chispotee. Ojalá y nuestros hijos sepan del racismo por los libros de historia, y no porque lo vivan...

miércoles, 20 de mayo de 2009

De reojo...

Es fácil no desear a la mujer del prójimo cuando esta es fea o gordita. Pero cuando es guapa y de figura dibujada con una mano divina (por no describirla con otros adjetivos hot), esta chamba sí que es harto complicada. Hablo en voz alta por aquellos que piensan como yo, pero que no se atreven a decirlo. Escribo este post por quienes sintonizan conmigo en la idea que de algunas enamoradas de otros chicos (en algunos casos, amigos), están power. Digito estas letras por esos chicos que quisieran que las chicas “juertes”, tengan una relación con ellos, y no con el vecino, con tu pata del barrio, con tu choche del cole, de la universidad o el trabajo. Este es un remedo de homenaje por los calzonudos que se rompen el ojo, pero de reojo.
Que en los mandamientos católicos se diga que tienes terminantemente prohibido consentir pensamientos o deseos impuros, te limita a mirar a la enamorada del samaritano al que envidias con justa razón, cerrándote las puertas para que alucines con ellas bajo sábanas de cualquier color. Pero como la mayoría de católicos siembran la costumbre de no cumplir los mandamientos tallados en la conciencia de pocos, es que la orden suprema de no codiciar los bienes ajenos, también puede ser burlada, para disfrutar en secreto de las fantasías eróticas que te inspira la mujer del prójimo.
Te jode que las chicas lindas estén con tipos bendecidos con la belleza de un perro bulldog. Y piensas en la célebre frase de los filósofos urbanos Chicho y Lecca (unos amigos de joda y bomba): “mucho pescao pa’ ese gato”. Y es verdad, es exageradamente bondadoso que la vida ofrezca un potaje A1 a otros, y no a ti. Crees que maliciosa y despiadadamente la vida ha confabulado para que veas de cerca y lejos que los demás tienen lo que crees tú no (a veces erramos en esta percepción).
Es probable que el prójimo también tenga alucinadas calientes con tu mujer. Pero casi nunca, ni las víctimas ni los victimarios, se enteran. Es probable además que esas féminas deseadas por el vecindario entero tengan una lista de defectos parecida a la lista del supermercado, pero eso no importa cuando pasean con prendas provocativas que dejan ver el infinito a un paso de tus ojos.
La figura se torna más jodida de lo que es cuando ellas, por un simplísimo gesto amable, te sonríen. Si antes te alucinabas al pie de la cama con ellas; con la sonrisa, te ves desnudo besando los cuernos de tu amigo. En ese momento te apetece dinamitarlo para ser tú el sustituto inmediato.
En este mundo pecaminoso, disfrazado por ratos de puritano, es posible que el impulso mañucón de ellos haga que ellas se animen, y concientes de la infidelidad, se enciendan sincronizadamente.
Mientras escribo este post, saludo por el messenger a una ex enamorada, ahora amiga. Le cuento sobre lo que escribo, y me da más ingredientes para sazonarlo. Me recuerda que a las mujeres le sucede lo mismo: también desean al hombre del prójimo, o peor aún, al amigo del pretendiente o enamorado.
“Somos más pudorosas cuando vemos a un chico que está bueno y es enamorado de otra chica. No evidenciamos que queremos comerlos con la mirada como hacen ustedes, los mañosos”, me dice ella, revelándome que el ser ajeno también le despierta deseos condenados por Diosito. Incluso me confesó que mientras andábamos en la universidad miraba otros chicos, y aunque no lo dijo abiertamente, me dejó el mensaje en caleta que también gustaba de ellos, siéndome infiel con el pensamiento.
Desear con desenfadada pasión a la pareja del otro no es un virus que apareció en este siglo, junto a la gripe porcina. Tu abuelito deseó a la abuela de tu amigo, y lo mismo sucedió con los abuelos de estos. En el futuro, nuestros hijos también convivirán con la sensación de querer levantarse a la flaca o el flaco de sus amigos o conocidos, pero quizá contendrán esas ganas locas de besar al extraño, y de traicionar de pasadita a sus enamorados, en caso anden emparejados.Si en los últimos días te haz encontrado con la mujer o el hombre del prójimo que están “rebuenos”, y no puedes palparlos, no te aconsejo la resignación, ni que tientes al diablillo de la infidelidad, no me atrevo a recomendarte que trames planes silenciosos porque cualquiera de los caminos pueden conducirte a la autodestrucción, o mantenerte como rehén medianamente complacido de un deseo frustrado. Puedo librarme del consejo que buscas, con el legítimo argumento que este no es un blog que calque un buzón amoroso que capta consultas desesperadas. Pero ojo, que el potencial cornudo también te mira de reojo.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Un año y varios años después

Luna, mi hija, cumple mañana un año de nacida. Han corrido doce meses desde que la vi por primera vez envuelta en una colchita rosa. La gordis me dibujó una gran sonrisa cuando me dijo por primera vez papá, y hace poco dibujó otra, al mostrarme cómo caminaba sin ayuda de nadie.
Hace un año me subí por primera vez a un avión para participar de una cumbre internacional de jefes de Estado de varios país de Asia y el Pacífico. Hace un año conocí a periodistas de diferentes partes del mundo, y aprendí que me resta mucho por aprender (en eso ando).
Hace un año (carajo) no imaginé que sería tío tan pronto, porque mi hermanita, la peke de la casa, va a ser mamá en noviembre. Hace un año, no supuse que tendría las ganas locas de querer abrazar como loco a mi sobrino que duerme en el vientre de mi hermanita. Hace un año hacía votos para que mis padres aún estén en casa, y ayer, la machi (mi mamá) tuvo una recaída que me sembró varios miedos, como el de perderla.
Hace un año campeonaba con un grupo de amigos en el campeonato de fútbol que convocó la universidad. Hace un año trabajaba en la Cumbre y no planeaba celebrar mi cumpleaños, a diferencia de este domingo 17 en el que espero pasarla con la familia y amigos, en la casa a donde me mudé hace poco con mi mancha.
Miro atrás y veo otros episodios en mi vida que recuerdo y guardo en el baúl que descansa bajo mi almohada. Pero no sólo de un año atrás, sino de varios otros años, en los que las alegrías y las penas tenían otro rostro. Veo a los amigos que se fueron, y a los que llegaron. Checo en mi historial médico que hace seis años pesaba menos que ahora. Veo a Manu, mi primogénito, que se alista para cumplir seis años en agosto, y me veo con ganas de no desgastarme para cosechar nuevas historias... Hasta el otro miércoles

viernes, 8 de mayo de 2009

De vacaciones...

Esta semana la inspiración está de descanso. Salió de vacaciones conmigo, así que el siguiente post está programado para la siguiente semana. Espero no se alejen y sigan visitándome. El próximo miércoles habrá un nuevo post. Saludos.

miércoles, 29 de abril de 2009

¿¿Cómo te gustan??

¿Cuál es tu tipo de chico?, suelen preguntarle a las chicas ricas y apretaditas de la tele. Es una pregunta desgastada, pero que aún la formulan con la insana intención de fabricar en el auditorio masculino el sueño de que uno de los hombres que ve el programa en ese instante, se alucinen con la muchachona.
Esta -también- es una pregunta casi infaltable del tipo que está en plan de afane con quien lo tortura en sus sueños sudorosos. Como no quiere pisar en falso, primero checa el terreno con prudencia, como sino le importara conquistarla. Y aunque la descripción del chico deseado por su musa no lo favorezca, este creerá lo contrario, se convencerá que encaja a la perfección con el molde del hombre perfecto.
De chico, recuerdo que mi hermana, escribía esa pregunta en su slam, que era un cuaderno decorado con preguntas amables, pero que en realidad era una suerte de interrogatorio feroz y sutil de las chicas para husmear entre sus amigas, para saber lo que en persona no se animan a decir. Pero el slam también era útil para los chicos que a toda costa querían enterarse de las preferencias de las mujeres que deseaban con un espíritu loco adolescente. La información, en teoría confidencial, la conseguían luego de robarle el cuaderno de secretos revelados a sus hermanas.
Para los chicos que quieren encontrar en esta pregunta la llave para abrir la puerta a una relación hasta ahora negada, pueden patinar. Del variopinto menú masculino, no todos son apetecibles para las féminas. Y es que hay variedad entre los chicos, para atinar cómo es que le gustan a la chica con quien tú quieres.
Algunas les vacilan que seas directo, que vayas al grano, que no andes con rodeos, y que le digas de frente que quieres llevártela a la cama. Pero también hay otras que son recatadas, que no les vacila los lanzas, que les jode tener que lidiar con aquel que se cree galán de barrio. Pero también hay de las que se mantienen en la frontera: ellas son de las que les gusta jugar un poco, que gusta que la conquisten, pero también tienen ganas de tirar.
Difícilmente puedas atinarle a la primera cuando quieres saber si tú también le caes en gracia. La mejor fórmula, aunque suele ser un camino un poco largo, es matar primero la etapa de la amistad, de ser su pata, hasta llegar a convertirse en su confidente, que sin reparo matará la ilusión por el enamorado de turno, para desplazarlo y ocupar triunfante su lugar.
Ser amigo de la chica con la que quieres estar, te ayuda también a darle la estocada final al tarado que la jode, que aún está clavado en su corazón. Hacerle recordar todas las cosas malas que él le hizo y que ella te reveló, bastarán para que ese tipo no joda más y tengas el camino libre.
Pensar que los tipos atractivos son los únicos que tienen jale con las chicas, es un error. Pues los llamados churros suelen ser -por la vanidad masculina- unos arrogantes del carajo, y eso no gusta a las chicas. En algunos casos -aunque te de la chiripiolca de solo pensarlo- ellas los prefieren feos, gordos o chatos, pero sencillos y tranquis. Con esto último compensan la ausencia de estética en sus cuerpos.
Posiblemente ellos les sigan preguntando a ellas ¿cómo es tu tipo de hombre?. Y posiblemente, también, evidenciaremos nuestras torpezas para afanar, no limpiaremos las huellas que dejamos mientras vamos a su encuentro, o peor aún, caeremos derrotados. Pero como siempre hay un roto para un descocido, estira tu paciencia hasta que llegue la hora. Confianza hombre, nunca es tarde.

miércoles, 22 de abril de 2009

Susan rompió mi record…

Soy fácil de conmover. Mi record para empezar a llorar ha sido de un minuto luego de ver consumado un hecho sublime. Es cierto que muchas veces he comprimido intencionalmente el deseo de exteriorizar lo que siento, como cuando por la calle un niño de la edad de mi hijo Manu (5 años) me jalonea la camisa para pedirme que le compre un caramelo porque tiene que comer, o cuando veo a un abuelito recorrer sobre las ruedas de su silla maltrecha los últimos días de su vida en un asilo. O en todo caso, para no ser tan dramático, como cuando Luna, mi hija de once meses, empezó a caminar sola hace dos días, sin ayuda de nadie (¡¡¡lo máximo mi Luna!!!).
Con Susan Boyle he roto mi record. Treinta segundos después de oírla cantar, no sólo terminé sorprendido por la forma en que interpretó “I dreamed a dream”, y dejó boquiabierto al incrédulo jurado gringo de “Britains got talent”; sino que terminé sacudido, bobo, agradecidamente hueveado. La concursante Nº 43212 y natural de la villa escocesa de West Lothian tuvo la osadía de escarapelar mi piel, tan igual como la del público que se deleitó con esta gala. Claro, también lloré, al ver lo que sin duda era una lección de vida.
Cada segundo que pasaba mientras Susan cantaba, humillaba a quienes se burlaron de ella cuando se presentó y dijo que su sueño era ser una cantante profesional como Elain Paige. Era rico oírle cruzar su voz con la música. Era un deber aplaudirla y celebrar que esta fémina rechoncha, despeinada, de maquillaje artesanal, poco agraciada y de vestido de abuela (no me burlo, sólo la describo), decidiera a sus 47 años presentarse en el reality de la televisión inglesa.
Todos estaban de pie aplaudiendo a una desempleada, incluso el jurado que trató de minimizarla con preguntas cachosas arrancada de la ironía que invitaba su apariencia física. Susan envió un beso volado que todos, incluyéndome, tomaron para guardarlo en el baúl de los gratos recuerdos, de esos que no olvidas, así una guerra mundial te sacrificará mil veces.
Ya se iba, no oiría que el jurado le otorgaba a ella y a su talento, la máxima calificación. Regresó como marchando, mirando al piso, posiblemente nerviosa, como cuando antes de ingresar al escenario comía una dona. Los tres miembros del jurado, luego de disculparse, la halagaron. No era una compensación al insulto tácito de la burla inicial, pero le dieron tres SI, la cima de la calificación a los osados concursantes.
Susan zapateó y con la mano en alto disfrutó su merecido triunfo. Volvieron a aplaudirla, y ella, nos envió un nuevo beso que despegó de su boca para reposar sobre quienes quieran compartir su éxito. Esta es una historia real que simula ser de película, es un pedazo de la vida de la Boyle que no olvidará nunca, que estará con ella incluso cuando cante con los ángeles.
La moraleja de lo que también es una fábula, variará según la persona, el grado de sensibilidad, pero sobre por la capacidad de entender que el éxito es una oportunidad bien aprovechada, que nunca es tarde para empezar, que la joda no es una roca sino una piedrita en el camino que andamos, que los fracasos de ayer no tienen porque ser eternos, que la apariencia es sólo eso y no lo que somos.
Para quienes pasan momentos difíciles o se han rendido antes de empezar a luchar, aún hay tiempo para corregir el destino de nuestras vidas. Para quien llora por el amor que se fue, o se deprime porque no encuentra trabajo, para quienes van a ser padres siendo niños, o para quienes están en cama enfermos, Susan nos ha demostrado que lo imposible es posible. Depende de nosotros.