miércoles, 14 de octubre de 2009

Don Hueverto es (o no es) pendejo…

Hueverto, quiere hacer honor a su nombre, y dejar de ser el pendejo que dicen que es con las mujeres, porque lo es. No quiere disfrazar con lentejuelas ridículas una amistad barata como pasaporte a la cama de una mujer. Quiere tener amigas y no pensar que puede liarse a todas, desde la más traviesa hasta la puritana que le entregó su virginidad -baratito nomás- a cambio de palabritas cursis, que emboban.
Ya no quiere verle el trasero a una mujer cuando se va, o las bubis cuando se escapan por el escote de la blusa, o resaltan por debajo y encima de esta, asesinando los botones acojonados por las formas nada ingratas de la naturaleza que algunas de ellas lucen. No quiere confundir los gestos o palabras amables, y creer -con una montaña rocosa en los ojos- que la cortesía es en realidad coquetería, o una forma de ellas de decirle que hay chance de chapar, tirar o estar.
Hueverto no es tan hueverto como su nombre lo delata. Es más, nunca lo fue. Creo que al tío lo parieron pendejo, y desde los pañales empezaron a pulirle el don de conquistador compulsivo.
A Hueverto, quienes lo conocen por primera vez, no se animan a llamarlo por su nombre. Les paltea, suponen que puede joderle. Incluso, algunos, para ahorrarse el roche, lo llaman simplemente H. Y es que nadie se explica por qué sus padres decidieron llamarlo así. Nadie entiende si aquello fue un homenaje al abuelo que murió, un error del tipo que registra a los recién nacidos (parece que quisieron llamarlo Humberto), o una venganza del papá porque la madre le fue infiel.
Aunque Hueverto es un nombre que distrae, porque lo relacionas automáticamente con un tipo caído del palto, medio cojudón, incapaz de maquinar con mediana inteligencia alguna maldad; algunas de las chicas que se vinculaban con este coleccionista de relaciones furtivas y calientes, le cambiaban lo que en apariencia era una chapa, y aterrizaban sobre él, el nombre de sus ex enamorados. A Hueverto no le molestaba que canjearan su nombre por otro, que camuflaran el mal gusto de sus padres con maquillaje social. El tío podía tolerar todo con tal de un affaire.
Pero Hueverto quiere cambiar, dejar de ser lo que el espejo le reprocha. Planea, con bajas posibilidades de conseguirlo, ser un chico de bien, no cagarle la vida a ninguna mujer más. Le cuesta arrancarse las prendas de jugador, no a cambio de una túnica de religiosa, pero si por la de un tío bonachón.
Ha pasado una década y media desde que Hueverto inició una vida casquivana, de paseos desnudos por camas que las estadísticas perdieron registro, de besos apasionados y nada reticente a los estrujones bajo las sábanas. En los últimos dos meses ha liado con al menos ocho chicas, un promedio no ajeno en su record seudo olímpico.
Y si bien Hueverto por mucho tiempo se presentó como la antitesis de un Romeo enamorado, el tío también se enamoró, tuvo su Julieta, su reina, y dejó de ser aquel tipejo por dedicarse a exclusividad a ella, a la mujer de sus ojos, a la luz en medio de la oscuridad, al amor abrazado del placer. Fue en ese espacio en que sus pensamientos dejaron de ser gris y hablaba con el corazón, amordazando a los diablos alojados bajo la cintura.
Hueverto está decidido, quiere ser aquel otro del que las chicas pueden enamorarse sin miedos. Quiere, y luchará por hacerlo, enterrar las mentiras y sembrar verdades.
Vale, que no pretende convocar a cupido, ni pondrá avisos en los diarios, pidiendo que ella, sí, ella, llegue. Que no le ha visto el rostro en sueños, ni se lo imagina, sólo sabe que algún día cruzará sus huellas por la misma playa por donde camina ahora en solitario.
Se promete, y les promete a ellas aunque no lo escuchen, que no volverá a insinuarse con alguien del género femenino (guapa, claro está) con las intenciones que Benedicto XVI repudia y que la finadita Santa Teresa de Calcuta, censura. Se esforzará al máximo por no afanar al vacío de su corazón, y sin ánimos de convertirse en un cascarrabias, caminar pausado aunque a veces haya prisa. Si escuchan de algún Hueverto haciendo travesuras bajo las faldas, no os preocupéis, que ha de ser un homónimo…