miércoles, 3 de febrero de 2010

Y yo sigo aquí, plantado

Hay decisiones que marcan, hay momentos que alejan y llantos que siembran mares entre orillas lejanas, pero que antes fueron siameses. Hay broncas que ya no son broncas y alegrías sepultadas tan al fondo de la nada que ni el olvido gusta reclutarlas. También hay fotos que no se cuelgan en el facebook, y que a veces joden porque nos guiñan el ojo con la coquetería estúpida de los recuerdos. Y claro, como casi siempre, hay preguntas que nunca respondieron, y respuestas desperdigadas como piezas de rompecabezas tiradas bajo el sofá.
Paulo Coelho, además de ser uno de mis escritores favoritos, es un tipo con el que congenio en el anonimato natural de sus lectores. Quizá yerre en la precisión de la idea, pero Coelho decía no temer a las dificultades, lo que le asustaba era la obligación de tener que escoger un camino, pues al escoger uno tendría que abandonar otros.
Y sí que tenía razón. Y es que no podemos tener todo a la vez, no podemos, aunque le recemos a la colección de estampitas que hay en casa. Muchos quisiéramos tener los brazos del hombre elástico para atrapar todo lo que nos signifique alegría, pero nos vemos reducidos a las patas superiores de un Tiranosaurio Rex, que distante a cualquier muestra de aprecio, devora y asesina.
A veces, decidimos pegar la vuelta porque tenemos los cojones encogidos. Y a veces, sólo a veces, nos quedamos parados en el mismo lugar, por la misma razón. Es que la vida jamás dejará de ser compleja, arrinconándonos al punto de decidir, sin excusas dilatorias.
Desde que Ericksan partió en junio del 2006 he visto a muchos irse, a caminar lejos de mi. Y me pregunto si es porque ellos lo decidieron, o yo permití que fuese así. Me pregunto si en verdad conspiré con mis miedos, y los dejé partir. O acaso me coloqué un salvavidas de cemento y me hundí sin saberlo.
Vi a un angelito irse cuando debía estar ahora envuelto en pañales, rompiendo las cosas de casa, y hablando conmigo, que había estudiado en ciclo intensivo de “bebitoñol” para comunicarme con él en charlas de biberón. Lo envidió, él ahora duerme entre las blandas nubes junto a Ericksan, y yo, en un colchón encurvado, que ojalá pueda cambiar pronto por el bien de mi espalda y el ahorro que implicaría no ir más al masajista.
Vi subirse al bus a quien huía de un amor imposible, esos de novela mexicana, esos donde los protagonistas tienden a llorar en el 95% de los capítulos, esos por lo que se luchan hasta que las fuerzas ceden o los miedos espantan, esos por los que no está aquí, y sonríe ahora al lado de quienes lo quieren.
A Ceci, una colega periodista y mejor amiga, la veo a diario por la tele en un noticiero de cobertura nacional, y recuerdo nuestros inicios en la prensa en la Radio Universitaria hace diez años. Celebro que Ceci esté donde está, que haya escalado como lo ha hecho el flacuchento de Christopher, otro amigo de inteligencia incalculable y pendejada envidiada por la elegancia, y que desde hace dos semanas está pasando una temporada en Washington, en Georgetown University, junto a un grupo de jóvenes líderes de once países de Latinoamérica.
No sé, pero pareciera que estoy peleado con los cambios, y es que llevo cuatro años trabajando en el mismo diario, sentado frente a la misma Mac donde todos los días redacto mis notas y los miércoles escribo los post para el blog, como este.
No apuesto por empezar de cero, es más, no suelo hacer apuestas. Supongo que algo cambiará a la vuelta de la esquina, o a la vuelta del mundo. Resta poco para licenciarme y quizá emprender el vuelo a otra tierra, a dejar la Mac que tecleo ahora, y despedirme de los amigos que perdí, y los que conservo también.
Un SI o un NO pueden cambiar nuestra existencia. Lo fue desde que Eva se comió la manzana con Adan hasta hoy que pisamos un paraíso infernal. Mientras, yo sigo aquí, plantado… Ya me iré, al norte o al sur, no os preocupeis…

3 comentarios:

Leunam dijo...

Ánimos!, mañana será peor!, dicen que las partidas y las despedidas siempre son morir un poco, debe ser cierto no?, no creo ni un carajo cuando me dicen: "el destino lo dirá, el destino decide", yo creo que uno es quien se va forjando el camino, por decisión, uno toma riesgos también, es mejor buscar las oportunidades a que estas lleguen a uno. Y ud. nunca lee mi blog! jajaja! Un abrazo!

Claudia dijo...

Odio a Cohelo, odio pensar que todo pasa por algo por que creo que todo es consecuencia de nuestras acciones. Bueno, adelante nomas, no te dejes llevar por la monotonía de la chamba, y si vas más al norte o al sur, me avisas pa dejar mi curri en el diari jajajajajajaja un abrazo.

Deisy Cubas dijo...

Creo q soy como tú. también odio los cambios pero no por eso me derrumbo. sólo tienes q pornerle ganas y alegrarte con lo que tienes que si te pones a analizar seguramente es mucho. :_)